España a principios del siglo XX era una monarquía que tenía un gran déficit en su economía. En el mismo período, varios grupos políticos surgieron para oponerse a la monarquía. Socialistas, anarquistas y comunistas propugnaron desde la mejora de las condiciones de trabajo a la extinción de cualquier forma de gobierno establecida.
En medio de la violencia de las protestas, la monarquía intentó eludir la creciente inestabilidad, con la intervención militar. En este proceso, el general Primo de Rivera se convirtió en líder del gobierno español. La represión del gobierno militar se reunió con el violento rechazo de la población, que en 1930 logró poner fin al mandato de Primo de Rivera.
Al darse cuenta de la insostenibilidad de la monarquía, el entonces rey Alfonso XIII abandonó el trono, dando espacio para la fundación de un gobierno republicano. Bajo el mando de Niceto Alcalá Zamora, la República española fue incapaz de acercarse a los diferentes grupos políticos de la época. En los años 30 hubo una división de los grupos políticos de derecha e izquierda en dos representaciones más importantes: el Frente Popular, encabezado por los comunistas, y la Falange Española Tradicionalista, que comprendía los grupos ultra conservadores fascistas españoles.
A lo largo de este tiempo, los conflictos entre los comunistas y los fascistas instalaron un clima de guerra civil en España. Aprovechándose de la guerra civil, el Jefe de Estado Mayor y miembro de la Falange, Francisco Franco, convocó a las tropas contra las fuerzas comunistas. Externamente, Franco tenía el apoyo militar de los gobiernos nazi-fascistas de Adolf Hitler y Benito Mussolini. Del lado de los comunistas, las brigadas internacionales encabezadas por la Internacional Comunista, formaron ejércitos a favor de los grupos de izquierda.
El largo conflicto abandonó el país viviendo una situación del caos y el horror. Alrededor de un millón de españoles perdieron la vida durante los combates que se prolongaron hasta 1938. Al final, Francisco Franco llegó al poder con el apoyo de la Europa nazi-fascista. Además de reprimir a los movimientos de izquierda en Europa, la participación de Alemania e Italia en el conflicto sirvió como preparación para el inminente conflicto de la Segunda Guerra Mundial.
