La primera década del siglo XXI marcó el comienzo de una nueva fase de democracia global de la lucha contra regímenes dictatoriales en Oriente Medio y África del norte. El 18 de diciembre de 2010 comenzó lo que los científicos políticos denominaron Primavera Árabe – que son los conflictos ocurridos en países árabes, llevada a cabo por grupos de la oposición y la sociedad civil contra los regímenes autoritarios del gobierno.
Revoluciones como esas han estado demostrando fuerza en sus reclamos populares, como ha ocurrido en Túnez, Egipto y Libia, que han tenido sus jefes de Estado del gobierno. Por otro lado, algunos países todavía luchan por sacar del poder a sus líderes políticos, entre ellos destaca a Siria.
Siria vive desde hace varias décadas un régimen con la ausencia de democracia; su población tiene en su pasado histórico recuerdos de violencia y sufrimiento, que acumulados a lo largo del tiempo contribuyeron a la mecha del movimiento popular por la democratización del país, que comenzó a partir del pedido de liberación de 14 estudiantes en la ciudad de Daraa. Esos estudiantes fueron arrestados por escribir en el muro de la escuela una manifestación de apoyo a las revoluciones en Egipto y Túnez. Ante eso, el gobierno respondió de manera excesivamente violenta contra quienes se implicaron en la manifestación, causando un revuelo nacional que contribuyó en la unión de más personas en la lucha contra el gobierno del presidente Bashar al-Assad.
Ciudades como Baniyas, Homs, Hama y el suburbio de Damasco se unieron a los manifestantes de Daraa contra la violencia excesiva del gobierno hacia la sociedad. Este movimiento ha provocado el aumento en el número de muertes relacionadas con la lucha contra el régimen autoritario en el país. La ONU (Organización de las Naciones Unidas) calcula que el número de víctimas mortales en este conflicto es de aproximadamente 9 mil personas. El régimen dictatorial desmiente la información confirmando que la cifra oficial sería de 4 mil muertos.
La prioridad de este movimiento popular es instalar un régimen democrático con más libertad de expresión, menos desempleo y más calidad de vida. Por lo tanto, la oposición política ha cobrado fuerza desde las demandas populares y el gobierno de Bashar al-Assad ha sido más controlado por el abuso de poder y autoridad. La presión internacional de algunos países también contribuyó a que esos movimientos ganasen proporciones mediáticas y papel de destaque en medios de comunicación y redes sociales.
El régimen dictatorial de al-Assad, tratando de aliviar la situación, adoptó algunas medidas, como eliminar, en abril de 2011, el estado de sitio que contribuyeron a los abusos de poder del gobierno durante más de 40 años. Por lo tanto, una nueva constitución fue aprobada en febrero de 2012, proponiendo elecciones en las cuales los partidos políticos podrían ser candidatos. Todavía la posición tiene extrema dificultad en realizar democráticamente su política, como es el caso del Consejo Nacional Sirio (CNS) compuesto en su mayoría por musulmanes sunitas perseguidos por el gobierno.
El CNS, cuyo líder es Buhan Ghalioun, tiene como obstáculo la falta de apoyo político por parte de los cristianos y de los alauitas, que representan una minoría musulmana que forma parte el líder sirio al-Assad. Este grupo que apoya al gobierno corresponde al 10% de la población que Siria, siendo fieles a los ideales del dictador, obstaculizando las reformas políticas y la instalación de la democracia en este país.