La gripe aviar (o gripe aviaria), también conocida como influenza aviar, gripe del pollo o gripe de los pájaros, es una infección que afecta principalmente a las aves y es causada por el subtipo H5N1 del virus de la Influenza tipo A. Hay tres tipos básicos de este virus (A, B, C), y cada una de estas clasificaciones afecta más a menudo ciertos tipos de animales.
Los subtipos H5 y H7 tienen como objetivo diana principalmente aves pero ocasionalmente pueden ser transmitidas a los mamíferos, incluidos los seres humanos. Por lo tanto, la enfermedad resultante de la infección con el virus H5N1 afecta principalmente a las aves acuáticas y aves de corral (pollo, pavo, pato, ganso, cisne). Sin embargo, tiene la característica potencial para ser transmitida a los seres humanos.
Síntomas de la gripe aviar
Los síntomas de la gripe aviar son similares a la gripe estacional:
- Aparece súbitamente;
- Fiebre alta;
- Goteo nasal;
- Tos;
- Dolor al tragar;
- Congestión nasal;
- Falta de aire;
- Respiración comprometida;
- Dolores musculares;
- Dolor de cabeza;
- Escalofríos.
Sin embargo, la gripe aviar se caracteriza por la intensidad y la gravedad del deterioro. La enfermedad tiene una patogenicidad superior, es decir, existe un mayor riesgo de la gripe aviar desarrollar en una enfermedad grave.
Incluso en individuos que tienen sistemas inmunes comprometidos, la enfermedad se manifiesta de forma severa con una tasa de mortalidad de alrededor del 60% de los casos.
Transmisión de la gripe aviar
El virus se propaga entre las aves, a través del contacto con animales infectados y sus secreciones o excreciones. La gripe aviar también se puede propagar a través de equipamientos, ropa, alimentos, agua y otros objetos contaminados.
Es importante destacar que la transmisibilidad del virus de aves a los seres humanos es relativamente baja y la transmisión de persona a persona sólo ha sido observada en muy raras ocasiones.
Tratamiento de la gripe aviar
El tratamiento de la gripe aviar, cuando afecta al ser humano se realiza con medicamentos antivirales como la amantadina, rimantadina, zanamavir y oseltamivir (Tamiflu), con acciones eficaces en el 70 a 90% de los casos.
Otros tratamientos han sido utilizados como soportes para problemas respiratorios. Los antibióticos se utilizan para reducir la contaminación por micoplasma y las infecciones bacterianas secundarias.