En 1207, se dio inicio la formación de un imperio que llegó a ser famoso por sus atrocidades y la alta potencia de su ejército: el Imperio mongol. Conducido por Gengis Khan, uno de los comandantes militares más exitosos en la historia de la humanidad, los mongoles conquistaron Siberia oriental, Tíbet, China occidental, Irán, Pekín, Corea del sur, Bujara, Samarcanda, Afganistán y Chang’an. En términos de espacio, el área conquistado por Khan era tres veces mayor que el del Tercer Reich en Alemania. Todo el éxito militar de estos logros no hubiera sido posible si no fuera por la maestría y la habilidad de caballería mongola.
El vil ejército de Khan fue formado por caballeros llevando un arco y una flecha. La disciplina era su principal característica. Entrenados para apuntar con el caballo en movimiento y disparar la flecha en el momento que el caballo estaba a la altura de un galope. La edad de la caballería comprendía de 15 a 60 años. La organización del ejército fue decimal: diez hombres formaron un ‘arban’; cien hombres, un ‘jagun’; mil hombres un ‘minghan’ y diez mil hombres un ‘tumen’. El tratamiento era igualitario; la comida era servida en misma cantidad entre guerreros y comandantes. Para mantener la disciplina y la unión de su ejército, Khan castigó a los ladrones con la pena muerte. En caso de adulterio, morían el hombre y la mujer.
En el momento de la batalla, Khan fue terminante sobre la virilidad de sus subordinados. Según el franciscano Jean de Plan Carpino, enviado en 1246 como embajador del Papa Inocencio IV: ‘ En una batalla si, en un grupo de diez, uno, dos, tres o incluso más huían, todos los que restaron de los diez son muertos, y si todo un grupo de diez decide huir, serán muertos los que resten del grupo del cien del cual formaba parte el conjunto de desertores. Del mismo modo, si uno o dos o más avanzaban valientemente en el combate, los que restaron en el grupo de diez serán muertos si no avanzaron también, y, si uno de los diez era hecho prisionero, los compañeros serán muertos si no lo salvan’.
En cuanto a la táctica, Khan, antes del combate, infiltraba espías en el ejército adversario con el intento de conseguir el mayor número de informaciones posible. En cuanto a estrategia, Khan objetivaba confundir al ejército enemigo. Al frente iba la caballería pesada. Detrás, la caballería leve. Todas las órdenes pasaban en silencio, a través de banderas. Cuando iniciaban el enfrentamiento, la caballería pesada estaba abriendo espacios, mientras que la caballería ligera iba tomando el frente y liquidando a sus adversarios. Si la estrategia no surtía efecto deseado, los mongoles simulaban una fuga. El adversario, desprevenido, era cogido por sorpresa por la retaguardia. Y, en caso de estar en desventaja, marcaban la retirada rápidamente. Los mongoles llevaban para la batalla de cuatro a ocho caballos por combatiente, en caso de ser necesario recorrer grandes distancias de manera ininterrumpida.
Los mongoles no hacían prisioneros en batalla. Abatían a todos ellos, incluso animales. A lo largo de la historia fueron famosos por el temor sembrado en sus brutalidades. Hay quien piense que ellos sentían placer en las ejecuciones. Pero todo no pasaba de la estrategia de Khan, una vez que la propaganda negativa corría como la pólvora entre los adversarios, expandiendo el miedo entre aquellos que evitarían futuros combates.