Es extraño pensar que una simple espuma, como se ilustra arriba, puede dañar el ambiente. Sin embargo, eso es lo que causó la sentencia final de los productos de limpieza conteniendo fosfatos.
Durante algún tiempo, las fábricas de productos de limpieza adhirieron los fosfatos en la producción, más precisamente el Tripolifosfato de sodio (STPP). El STPP se convirtió en uno de los principales ingredientes de detergentes, porque actúa sobre la grasa y las impurezas en el lavavajillas, ropa y utensilios, manteniéndolas dispersas en el agua mientras que la limpieza se lleva a cabo.
Desde la década de 1980, se convirtió en obligatoria la disminución en el porcentaje de STPP en detergentes. Todo eso porque este componente fue detectado como un contaminante de los ríos.
El gran problema del STTP es que, al entrar en los sistemas de alcantarillado, él se asocia a los fosfatos presentes en efluentes industriales y sigue hasta ser arrojado en ríos. Se inicia entonces un desequilibrio ecológico. La presencia de fosfatos puede acarrear en una superpoblación de algas de superficie, pues el contaminante interfiere en la tasa de crecimiento de estos organismos, y éstos, a su vez, disminuyen la cantidad de oxígeno disuelto en agua. La falta de oxígeno en el agua ocasiona entonces la muerte de vida acuática de peces.