El desarrollo del conocimiento en la Edad Media tiene algunas peculiaridades que se aparta de esa perspectiva errónea de que la define como la edad oscura. Sin embargo, el predominio de los valores religiosos y otras condiciones específicas son exclusivos de la época medieval sólo en relación con otros períodos históricos. En este sentido, el monopolio intelectual era ejercido por la Iglesia que establecía una cultura fuertemente teocéntrica.
No es casualidad que los filósofos más destacados que aparecen en ese momento tuvieran una gran preocupación para discutir asuntos directamente relacionados con el desarrollo y comprensión de las doctrinas cristianas. Ya durante el siglo III, Tertuliano señaló que el conocimiento no puede ser válido si no estaban vinculados a los valores cristianos. Poco después, otros miembros del clero trataron defender las verdades del pensamiento dogmático cristiano sin poder ser subordinada a la razón.
En contraste, hubo otros pensadores medievales que abogaron en favor de la completa oposición entre fe y razón. Uno de los representantes más significativos de esta reconciliación fue San Agustín, que entre los siglos IV y V trataba de defender la búsqueda de explicaciones racionales para justificar las creencias. En su obra ‘Confesiones’ y ‘Ciudad de Dios’, inspirado en Platón, resalta el valor de la acción divina omnipresente. Para él, el hombre no tendría autonomía para lograr la salvación espiritual.
La idea de la subordinación del hombre a Dios y la razón a la fe sólo tuvo gran dominio durante varios siglos en el pensamiento filosófico medieval. Más que reflejar los intereses que legitimaron el poder religioso de la época, el negativismo impregnado en las ideas de San Agustín debían ser observadas como consecuencias de las guerras e invasiones que marcaron el mundo medieval.
Las transformaciones experimentadas en la Baja Edad Media vinieron a promover una interesante revisión de la teología agustiniana. La filosofía escolástica surgió con la idea de armonizar los campos de la fe y la razón. Su principal representante fue Santo Tomás de Aquino y su obra Summa Theologica.
Santo Tomás de Aquino, tal vez influenciado por los rigores que organizaron la Iglesia, se preocupó en crear formas de conocimiento que no se redujeran a través del razonamiento. Mientras tanto, su trabajo tendrá una composición más optimista sobre la figura del hombre. Eso es porque él cree que no todas las cosas por descubrir en el mundo dependen enteramente de la acción divina. Por lo tanto, el hombre tendría un papel activo en la producción de conocimiento.
A pesar de este nuevo diseño, la filosofía escolástica no promovió una separación de la religión y mucho menos se alejó de ella. Si bien se reconoce el valor positivo de la voluntad libre del hombre, la escolástica defiende el papel central que la Iglesia tendría en la definición de las formas y actitudes que pueden llevar al hombre a la salvación. Con esto, los expertos han promovido la lucha contra la herejía tratando de conservar las funciones esenciales de la Iglesia.