Cuando hablamos de la ceremonia de lealtad, tenemos la oportunidad de observar una de las instituciones más importantes y significativas a lo largo de la Edad Media. Más que un simple acuerdo de orden económico y político, en esta ceremonia se allana el camino para la observación de las instituciones y costumbres que han contaminado este momento. Bajo este último aspecto, se estableció el vasallaje como uno de los legados de la tradición germánica en Europa.
Desde el punto de vista del acuerdo firmado, el vasallaje se hizo posible cuando un terrateniente estaba interesado en donar parte de su propiedad a un no-noble por relaciones de fidelidad. Sin embargo, en lugar de producir un acuerdo por escrito que formalizase el interés entre las partes, los nobles implicados en la situación organizaban una ceremonia solemne en la que el compromiso era confirmado por medio de un ritual, marcado por gestos y palabras.
Desde el punto de vista cultural, esta opción se remonta al derecho germánico y las instituciones, que también se basa en el desempeño de los acuerdos verbales con el apoyo de las relaciones de fidelidad. La Europa feudal, al igual que la cultura bárbara, estaba muy presente en esta época. Al mismo tiempo, se daba el rechazo a una cultura escrita ya que en aquella época la capacidad de escritura se limitaba a los miembros de la Iglesia.
En la ceremonia, miembros de la Iglesia y otros testigos se mostraban presentes en el momento en que el vasallo juraba lealtad, la prestación de servicios militares y la ayuda del señor en el momento que le fuera requerido. A cambio, el señor feudal garantizaba a su vasallo, el uso de las tierras, el derecho a cobrar peaje en alguna ciudad del feudo y ejercicio de un cargo. Fue así que surgía una nueva relación social.
Por la verdad y la seriedad atribuidas a la situación, el vasallo juraba su lealtad en la presencia de las reliquias de carácter religioso. Así, en tiempos de gran devoción, el acuerdo debe honrar a aquellos iconos que cedían su santidad a la ceremonia. Además de ello, la unión carnal, hecha por medio de un beso, también reforzaba la relación recíproca de intereses entre el soberano y el vasallo. El cuerpo fue empleado entonces como un instrumento simbólico de la comunión.
Con el tiempo, vemos que las relaciones de señorío y vasallaje había determinado la formación de una estructura jerárquica grande entre los miembros de la nobleza europea. El rey ocupa la parte superior de esta estructura, con su autoridad limitada para dirigir a sus vasallos. A continuación, los duques, condes y marqueses ejercen su autoridad sobre los barones, vistos como los propietarios de menor influencia. Además, estaban los caballeros, que sirven de protección de las propiedades existentes.