Cuando hablamos del Renacimiento, por lo general hacemos mención a varios artistas italianos que representan en mayor medida el significado del movimiento histórico. Dentro del análisis de este periodo se destacan diferentes ciudades italianas donde florecieron las obras más significativas que dieron lugar a la experiencia artística estudiada hoy. Además, también se destaca que ese revalorización del arte se justifica por la clase rica comerciante que incentiva el trabajo de varios artistas en su labor de mecenazgo.
Por el volumen de obras y artistas que aparecen en Italia, los historiadores decidieron periodizar el Renacimiento italiano en tres fases diferentes: el Trecento, que corresponde a la fase inicial del movimiento del Renacimiento, en el siglo XIV; el Quattrocento, donde tenemos varias obras en la ciudad de Florencia, que corresponden a los siglos XV y el Cinquecento, la última fase, transcurrido en el siglo XVI, en la ciudad de Roma especialmente.
En el Trecento, las artes fueron plásticas fueron agraciadas por los trabajos innovadores de Giotto di Bondone. En sus pinturas, hubo un primer intento de romper los viejos patrones del arte medieval para conseguir una sensación de profundidad en sus pinturas. Por otra parte, los personajes analizados -muchos de ellos de carácter religioso- servían como vehículo de expresión de sus emociones y sentimientos.
Líricamente, se observó un aumento en la primera producción desde el momento en que Dante publicó sus trabajos en el dialecto toscano, que influyó profundamente en el italiano hablado en la actualidad. Poco después, aparece Petrarca, considerado uno de los grandes fundadores de la cuestión humanista de la literatura italiana. A su lado, destacó también las sátiras de Giovanni Boccaccio, autor del Decamerón.
Gracias al apoyo de la poderosa familia Medici, el Quattrocento tuvo su mayor expresión con la ciudad italiana de Florencia. Varios artistas de renombre fueron contratados para pintar cuadro, realizar el diseño arquitectónico y coordinar la construcción de iglesias. A la vez, el apoyo a las artes sirvió como un importante instrumento de proyección social, tanto para los Medici como otros burgueses italianos.
Entre los artistas del Quattrocento, Massaico fue uno de los pintores que instauró el uso de la perspectiva. Además de él, tenemos las hermosas pinturas de Sandro Botticelli, quien estaba tratando de explorar los elementos de naturaleza espiritual, religiosa y simbólica en varias de sus obras En el campo de la arquitectura, Filippo Brunelleschi destacaría con la construcción de la Catedral de Santa Maria del Fiore.
Al final de esta fase, le damos un lugar dedicado a Leonardo da Vinci, tal vez una de las figuras que encarnaban el sentido innovador del Renacimiento con mayor intensidad. No se especializó en un área específica, se aventuró como pintor, escultor, urbanista, inventor y filósofo. Entre sus obras, le damos especial énfasis a la Gioconda, más conocida como Mona Lisa, y la reproducción de la Última Cena.
Al llegar al Cinquecento, el Renacimiento, floreció y ocupó una posición líder en Italia y otras naciones europeas. En la literatura, el Cinquecento fue distinguido con la innovadora tesis políticas Nicolás Maquiavelo, autor de El Príncipe, que prepara la división entre los valores políticos y morales. Ya en las artes, Miguel Ángel Buonarroti alcanzó su culmen artístico con los frescos de la Capilla Sixtina.
Entrando en el final del siglo XVI, vemos que el Renacimiento había experimentado otros eventos fuera de Italia. En este contexto, la expansión marítima se había desplazado desde el centro económico del Mar Mediterráneo hasta el Atlántico europeo. De esta manera, otras ciudades se hicieron ricas, lo que facilita la aparición de nuevos artistas, escritores e intelectuales. Ya esta nueva situación, la Contrarreforma católica actuó buscando perseguir las formas de conocimiento en oposición a sus dogmas.