En septiembre de 1919, el grupo Fasces italianos de combate (en italiano: Fasci italiani di combattimento), organización política fascista creada por Mussolini, apoyó la invasión de Dalmacia (costa oriental del mar Adriático) por el poeta y ex-combatiente Gabriele D’Annunzio. Gabriele lideró a 2.600 exardit (tropas de choque del ejército italiano en la Primera Guerra Mundial), para invadir el puerto de Fiume y allí permaneció por más de un año.
Milicias
Desde entonces se fundaron varios ‘fascios’ en toda Italia y el movimiento comenzó a ganar su primera expresión: milicias paramilitares, los Camisas Negras (milicia creada como homenaje a los ‘arditi’, que usaban uniformes negros), que actuaban en nombre del nacionalismo, del anticomunismo, del antipacifismo y del antiliberalismo.
Los Camisas Negras atacaron sindicatos, periódicos y movimientos políticos, golpearon a huelguistas, intelectuales, críticos al fascismo, miembros de las ligas campesinas y a cualquier otro grupo que se manifestase de forma contraria al ideal fascista.
En 1921, los ‘fascios’ eran responsables de la muerte de alrededor de 600 italianos, lo que demostraba el descontrol de esas milicias que, al principio, preferían usar porras en lugar de armas, pues su principal objetivo era humillar a sus enemigos y no matarlos.
El fascismo
En noviembre de 1921, Benito Mussolini transformó el movimiento fascista en el Partido Nacional Fascista, cuando su doctrina comenzó a ser mejor elaborada.
El fascismo propuso el final del liberalismo, pues predicaba que el Estado estaba por encima de cualquier individuo. El estado fascista sería responsable de la eliminación de la lucha de clases, suprimiendo las organizaciones laborales por medio del corporativismo. Por lo tanto, el fascismo también predicó el anticomunismo y el anti-sindicalismo.
De acuerdo con Mussolini, la fuerte censura y la propaganda estatal garantizarían una sociedad cohesionada en torno a intereses comunes, a saber, el interés del Estado mismo. Como afirmaba el propio Mussolini, el ideal era ‘(…) multitud unificada por una idea, que es voluntad de existencia y de potencia: conciencia de sí, personalidad’.
Además, el Partido Nacional Fascista (PNF) alabó el pasado histórico italiano con el fin de recordar al pueblo sus años de gloria y el dominio sobre Europa durante la antigüedad, defendiendo la necesidad de militarización para que Italia conquistase su espacio vital.
Todo en el fascismo era teatral y grandioso. Mussolini era un líder carismático, que enaltecía a las multitudes. Sus diatribas agitaban tanto a la clase media, que sufría con la recesión de la posguerra, como a las élites industriales, que temían el avance de las organizaciones obreras (‘la amenaza roja’) y, por eso, financiaban el PNF. En mayo de 1922 el Partido Fascista contaba con 322.000 afiliados.
La llegada al poder
El 24 de octubre de 1922, en Nápoles, los fascistas, en una manifestación, pasaron a exigir públicamente el liderazgo del gobierno. Al mismo tiempo, los líderes del PNF organización una demostración de fuerza: el desfile de militares de Camisas Negras por las calles de Roma, el 28 de octubre de 1922, fecha que quedó conocida como la Marcha sobre Roma.
El primer ministro Luigi Facta, trató de convencer al rey Víctor Manuel III de Italia (1869-1947) a declarar el estado de sitio – régimen de excepción –, pero no se consideró y finalmente renunció al poder. Con el apoyo de empresarios, militares y varios jueces, el rey convocó a Mussolini – que se presentó ante el rey vistiendo la camisa negra del fascismo – para asumir el gobierno.