Con el tiempo, se elaboraron muchas teorías sobre el origen real de la Tierra y cómo surgió la vida en nuestro planeta. Los avances en la investigación han puesto en duda la idea de la creación divina, sobre la generación espontánea, y esa antigua idea de que los seres surgieron a partir de otros mecanismos que no era la reproducción fue muy difundida en la Antigüedad, siendo denominada abiogénesis. En esta teoría, se admitía que cobras, sapos, ranas y otros seres se formaban a partir del lodo de los ríos lagos, y hasta recetas para producir ratas fueron preparadas.
La teoría de la abiogénesis no pudo resistir la expansión de la investigación y rigurosos experimentos hechos por varios investigadores, entre ellos Redi, Spallanzani y Pasteur, quien proporcionó evidencia irrefutable de que los seres vivientes surgieron de una vida preexistente. Los fundamentos de que la vida surge sólo de otro de la misma especie se conocen como teoría de la biogénesis y en este artículo vamos a ver cómo se hicieron los experimentos del médico italiano Francesco Redi (1626-1697), a mediados del siglo XVII.
En la época, una idea generalizada era que los gusanos que aparecían sobre los cadáveres de las personas y los animales se originaron por la transformación espontánea de carne putrefacta. Redi, con lo cual, quedó decidido a demostrar que estos gusanos no aparecían espontáneamente, y que de hecho eran larvas de moscas que ponían sus huevos en la carne podrida. Según Redi narra en su obra ‘Experimentos acerca de la generación de los insectos’, la idea de que las larvas surgían de moscas vino del poema épico la Iliada. En el libro, Redi cuestiona ‘[…] ¿Por qué, en el canto XIX de la Iliada, Aquiles teme que el cuerpo de Pátrocles se vuelva presa de las moscas? ¿Por qué él pide a Tetis que proteja el cuerpo contra los insectos que podrían dar origen a gusanos y así corromper la carne del muerto?’
Con lo cual, Redi probó su hipótesis desde el siguiente experimento: frascos de boca ancha y en cada frasco colocó el cadáver de un animal. Algunas botellas fueron tapadas con una gasa muy fina, mientras las otras botellas estaban completamente abiertas. Después de unos días, Redi verificó que los frascos destapados, en el cual las moscas entraron y salieron libremente, tenían el cadáver lleno de gusanos y, aquellos capsulados, no mostraron ningún gusano.
Así, Redi fue capaz de demostrar que, en el caso de cuerpos fácilmente visibles, la teoría de la generación espontánea no era aplicable, y que todo ser viviente conocido vino de una vida preexistente, confirmando la teoría de la biogénesis.