Interpretando el lenguaje como la realización y la percepción de un idioma, hay que decir que evoluciona en la medida en que progresa la especie humana. Como sistema de comunicación, puede ser empleado con los sistemas de comunicación de otros animales. Sin embargo, como se ha apuntado en otro epígrafe, la lengua humana tiene aspectos ingeniosos e representativos que parecen anotar sus distinciones. Se considera que la comprensión de la lengua está asociada a la función que realiza una concreta zona del cerebro conocida como área de Broca. Hasta que se desarrolló esa especialización fisiológica, se creía que no había distinciones entre la lengua humana y el sistema de comunicación empleado por otras especies animales.
Al parecer fue en la era de Neandertal en el momento en que se inició el lenguaje, sin embargo hasta la aparición del Homo sapiens no se dio una evolución lingüística significativa. De este modo pues, el lenguaje humano es incapaz de contar con 30.000 ó 40.000 años de vida. La enorme diversidad de lenguas que hay en el mundo revela que una vez que apareció la lengua se produjeron los cambios a significativa velocidad. No es posible conocer si hubo una primera y única lengua, ni cuáles fueron sus sonidos, gramática y léxico. La lingüística histórica, que se encarga de conocer y detallar cómo y por qué nacieron las lenguas, apenas puede sugerir algunas suposiciones para esclarecer esta evolución.
En el siglo XVIII el filósofo alemán Leibniz sugirió que todas las lenguas que se conservan y han existido proceden de una única protolengua, suposición que recibe el nombre de monogénesis. A pesar de que muchas lenguas vivas proceden de una única lengua anterior, esto no significa que el lenguaje humano haya surgido en varias partes del mundo de manera simultánea, ni que las lenguas vivas precisen de un solo antepasado, sino que pudo haber varios. Esta segunda suposición, que expresa el origen múltiple para las familias de lenguas, recibe el nombre de poligénesis.
Sea cual sea el origen de las lenguas, monogenético o poligenético, la opinión general es que las distinciones que se conservan entre ellas son parcialmente superficiales. A pesar de que se tengan impedimentos para aprender una segunda lengua, y parezca que no se conservan grandes concomitancias entre el español, el swahili o el chino, las distinciones entre las lenguas no son mayores que sus afinidades. Es muy posible que los fonemas y sus combinaciones en las lenguas actuales, pese a lo que pueda parecer, pertenezcan a una especie de inventario universal donde cada una de ellas selecciona los que precisa. Cualquier idioma tiene concretas características estructurales que elige dentro de esa reserva universal de propiedades disponibles. Es decir, ninguna lengua emplea todos los fonemas que la persona puede emitir, ni dispone de todas las categorías gramaticales posibles (como tampoco los hablantes con su propia lengua ni con otra emiten todos los fonemas ni usan todas las categorías dependiente del conocimiento que dispongan de su idioma).
Cuando una lengua sufre cambios significativos tanto en su estructura fonética como en su léxico, puede llegar a transformarse en otra lengua. Eso es lo que ocurre durante la evolución de un sabir a una lengua criolla, o del latín al romance, y quién sabe si no podría haber acontecido durante la fragmentación del español o del inglés, por ejemplo. Pero además puede incrementar. Es el caso de un dialecto considerado menor que se transforma en dominante y sustituye a todos los demás. Con el paso del tiempo ese dialecto para de ser incomprensible y puede desencadenar, a su vez, la producción en su seno de nuevas formas dialectales, verse sujeto a un proceso de aparición de sabires, más tarde criollizarse y así sucesivamente. Lo que caracteriza al lenguaje es su continuo crecimiento y evolución en todos los aspectos, en tanto que expresión viva de la naturaleza y la cultura de los seres humanos.
