¿Cuántos son los productos dulces que vemos constantemente ser consumidos por nuestros niños? Muchos. Y cada vez más. Tantos y tantos nombres, colores y formas que es casi imposible enumerarlos. Cuando el niño se cansa de una variedad, aparecen otras nuevas. Es un mundo lleno de posibilidades para llenar su estómago.
¿Cuál es la calidad nutricional de estos productos? Ninguna. Pobre en nutrientes, no agregan nada a una alimentación racional y, sin embargo, pueden perjudicarla. Analicemos:
Siempre son ricos en azúcar; por tanto, predisponen a la caries dental; disminuyen el apetito para los alimentos necesarios; desequilibran el balance energético (si a pesar de su consumo el niño o adolescente ingiere todo lo que necesita, el balance energético va a ser superior al necesario) o el balance nutricional (si su consumo implica pérdida del apetito y el niño o adolescente deja de comer lo necesario, lo que implica el déficit de uno o más nutrientes).
Siempre son ricos en aditivos; estos pueden ser naturales o sustancias artificiales, su uso está regulado y se designan con un código que consta de la letra ‘E’, seguido de tres dígitos. Aunque regulado, debe utilizarse en cantidades muy pequeñas, así que si utilizas muchos productos con aditivos la cantidad ingerida será más alta que lo recomendable y conlleva riesgos para la salud.
¿Por qué estos productos son tan populares entre los niños y jóvenes?
- Son muy accesibles, vendido en cualquier lugar, incluso en cualquier establecimiento comercial cerca de las escuelas.
- Son asequibles en términos absolutos.
- Están asociados con otros productos para niños y jóvenes, de moda, anunciados en televisión y otros medios.
- Ofrecen, al ser adquiridos, cromos, muñecos, pegatinas y otros coleccionables divertidos.
- Tienen colores, formas, nombres y sabores atractivos.
- Su ingesta no da trabajo, ni requiere de un gran apetito.
¿Cómo podemos tratar de reducir el consumo excesivo de este tipo de productos?
- Explicar los motivos de los efectos de su ingesta.
- No servir de modelo de referencia consumiendo aquello que prohibimos.
- No ofrecerlos; a menudo, son los propios adultos que, para callar y entretener, compran a los niños lo que quieren.
- No ceder al chantaje fácil de rabieta cuando piden lo que quieren.
- No dejar que el niño disponga de más dinero del necesario para su desayuno.
- Saber en qué gastó el dinero que se les ha dado.
- No utilizar estos productos como un premio para cualquier situación.
Por supuesto que contrarrestar toda una industria que vive para atraer a los más jóvenes a la compra compulsiva de determinados productos es un combate desigual, sin embargo, desistir es la peor táctica. Y si siente que necesita de ser motivado para esta lucha, entonces observe con cuidado los ingredientes utilizados en un simple chicle a la venta en cualquier lado, y comience a prestar más atención a los ingredientes de que son hechos este tipo de productos: azúcar, jarabe de glucosa, almidón, aromatizantes, estabilizador E-422, aceite vegetal, colorantes E-102 y E-110, regulador de acidez E-331.