La palabra ética se deriva del griego ethos, que se refiere a los hábitos de los hombres. Habría sido traducida al latín por meses o costumbres (en plural), que es el origen de la palabra moral. Una de las posibles definiciones de la ética sería que se trata de una parte de la filosofía (y también es relevante para las ciencias sociales) que se ocupa de la comprensión de los conceptos y principios que sustentan los fundamentos de la moral social y la vida individual. En otras palabras, se trata de una reflexión sobre el valor de las acciones sociales que se consideran tanto en ámbito colectivo como individual.
El ejercicio de un pensamiento crítico y reflexivo sobre los valores y las costumbres tiene su origen en la cultura occidental de la antigüedad clásica con los grandes filósofos como Sócrates, Platón y Aristóteles. Los filósofos clásicos proponían un estudio sobre lo que realmente se podría entender como valores universales, a todos los hombres, buscando de esa forma lo correcto, virtuoso, ético. El fondo o el contexto histórico en el que se encontraban los filósofos era el argumento de estas indagaciones.
La ética sería un reflejo de la influencia que el conjunto de códigos de moral tiene en nuestra subjetividad, y sobre cómo lidiar con estos requisitos de conducta, de ser aceptada en su totalidad o no estos valores normativos y por lo tanto la medida en que damos el valor real de esos valores.
Según algunos filósofos, nuestra voluntad y nuestros deseos pueden ser vistos como un barco a la deriva, fluctuando perdido en el mar, lo que sugiere un carácter voluble y libre. Esta misma inconsistencia se hace imposible la vida social si no se tienen unos valores que permitan un equilibrio. Por tanto, es necesario educar a nuestra voluntad, recibiendo una educación racional (entrenamiento), de manera de que podemos elegir lo acordado entre el bien y el mal, entre lo correcto y lo incorrecto.
