Producido por fermentación de almidón y otros azúcares (en particular, la caña de azúcar), el etanol, también conocido como alcohol etílico, es un biocombustible altamente inflamable e incoloro, ampliamente utilizado en los automóviles. Esta sustancia es renovable, debido a que su materia prima se obtiene a partir de plantas cultivadas por el hombre.
El etanol se puede obtener de la caña de azúcar, el maíz, la remolacha, la yuca, la papa y otras plantaciones. La materia prima se somete a fermentación alcohólica, con la acción del hongo Saccharomyces cerevisiae, conocido comúnmente como levadura de cerveza. Sin embargo, la caña de azúcar es el más utilizado ya que tiene una mayor productividad. Después de haber sido procesado, el etanol puede utilizarse puro (en motores adaptados) o mezclado con gasolina como combustible.
La producción mundial de este combustible es de aproximadamente 40 mil millones de litros. Se calcula que por cada tonelada de caña de azúcar se pueden producir 66 litros de alcohol y de 700 a 800 litros de vinaza (desechos).
Un problema importante de las instalaciones es el de reducir la cantidad de subproductos residuales generado durante la fabricación de etanol. Algunas destilerías utilizan el bagazo como combustible durante el proceso de producción. Otra alternativa es realizar la fermentación continua eficiente, reduciendo la cantidad de vinaza en un 75%.
En un intento por reducir el uso del petróleo, el etanol surge como una alternativa eficiente, limpia (emite menos gases de efecto invernadero) y más barato. Sin embargo, su uso sin una planificación adecuada puede generar una serie de transformaciones socioeconómicas: el aumento de fincas de monocultivos de caña de azúcar, incremento en los costes de alimentación, agotamiento del suelo, erosión, etc.
