Al estudiar la Grecia antigua, tenemos una falsa impresión sobre la organización de esta civilización clásica. En general, los libros de texto en varias ocasiones hablan sobre las características de Grecia como si fueran un pueblo con rasgos comunes. Sin embargo, al conocer su organización política descentralizada, acabamos teniendo fuertes indicios de que, dentro del mundo griego, existían pueblos con diferentes costumbres y tradiciones.
En este sentido, la comparación entre las importantes ciudades-Estado de Esparta y Atenas nos ofrece un contraste muy interesante; de esa forma, podemos entender la diversidad cultural encontrada en cada territorio. Las formas de la cosmovisión, los roles desempeñados por los sujetos sociales, las instituciones políticas, los valores y las tradiciones de estos dos pueblos son muy útiles para nosotros, borrando así la impresión de que existe un pueblo griego marcado por la misma cultura.
Con respecto a las instituciones políticas después de la aprobación de los regímenes monárquicos y aristocráticos en Atenas se crea una forma democrática de gobierno. Incluso siendo considerado un gobierno del pueblo, quienes participaron de la democracia ateniense correspondieron a menos del 20% de la población. En Esparta, las cuestiones políticas eran una obligación de un conjunto de 28 hombres, mayores de 60 años, que formaban la Gerusía (en griego antiguo: γερουσία), un órgano político instituido. Además, hubo dos reyes, que formaron la llamada diarquía. Las funciones de estos reyes estaban vinculadas a temas religiosos y militares.
El papel desempeñado por los hombres y mujeres en las sociedades atenienses y espartanas tuvo también sus especificidades. En Esparta, las mujeres recibieron una rigurosa educación física y psicológica. Además, participaron en las reuniones públicas, participaron en competiciones deportivas y administraron el patrimonio familiar. En contraste, la cultura ateniense había restringido a sus mujeres en el mundo interno. La docilidad y la sumisión al padre y al marido fueron transferidas como características dominantes en las mujeres atenienses.
El tema educativo en las dos ciudades también contó con las diferencias entre ellos. Las instituciones atenienses se volcaron en desarrollar un equilibrio entre cuerpo y mente. De esta manera, la educación trató de conciliar la salud física y el debate filosófico. Ya en Esparta, dada su tradición militarista intensa, favorecieron el entrenamiento del cuerpo. Los jóvenes espartanos estaban aprendiendo a escribir lo que era estrictamente necesario. De esta manera, el ciudadano espartano debía ser fuerte y robusto, un individuo capaz de afrontar las batallas militares.
Con toda certeza, no seríamos capaces de juzgar cuál de estas dos culturas diferentes del mundo clásico era más desarrollada o sofisticada. Ni siquiera podríamos concluir que los atenienses eran una antítesis de los espartanos. Las experiencias entre las experiencias vividas por Atenas y Esparta pueden explicarnos sus contrastes. De esa forma, las comparaciones aquí desarrolladas apenas nos dan una muestra de la riqueza de las costumbres, tradiciones e historias que envolvieron a las ciudades-Estado del mundo griego.