A comienzos del siglo XX los conflictos epistemológicos fueron debatidos en profundidad y leves matices de discrepancia comenzaron a dividir a las diferentes escuelas de pensamiento contrincantes. Se prestó especial atención al vínculo entre el acto de percibir algo, el objeto percibido de una forma directa y la cosa que se puede decir que se conoce como resultado de la propia percepción. Los autores fenomenológicos aseguraron que los objetos de conocimiento son los mismos que los objetos percibidos. Los neorrealistas sostuvieron que se tienen percepciones directas de los objetos físicos o partes de los objetos físicos en vez de los estados mentales personales de cada uno. Los realistas críticos tomaron una posición intermedia, preservando que aunque se perciben sólo datos sensoriales, como los colores y los sonidos, éstos representan objetos físicos sobre los cuales proporcionan conocimiento.
El filósofo alemán Edmund Husserl elaboró un procedimiento, la fenomenología, para hacer frente al conflicto de clarificar la relación entre el acto de conocer y el objeto conocido. Por medio del método fenomenológico se puede discernir cómo son las cosas a partir de cómo uno piensa que son en realidad, alcanzando así una comprensión más precisa de las bases conceptuales del conocimiento.
A lo largo del segundo cuarto del siglo XX florecieron dos nuevas escuelas de pensamiento. Ambas eran deudoras del filósofo austriaco Ludwig Wittgenstein, creador de obras revolucionarias como el Tractatus logico-philosophicus (1921). Por una parte, la Escuela de Viena, adherida al designado empirismo o positivismo lógico, resaltó en que sólo era posible una clase de conocimiento: el conocimiento científico. Sus miembros creían que cualquier conocimiento válido tiene que ser verificable en la experiencia y, por lo tanto, que mucho de lo que había sido dado por bueno por la filosofía no era ni verdadero ni falso, sino carente de sentido. A la postre, siguiendo a Hume y a Kant, se tenía que establecer una clara distinción entre enunciados analíticos y sintéticos. El llamado criterio de verificabilidad del significado ha experimentado cambios como consecuencia de las discusiones entre los propios empiristas lógicos, así como entre sus críticos, sin embargo no ha sido descartado. La última de estas recientes escuelas de pensamiento, englobadas en el campo del análisis lingüístico o filosofía analítica de la lengua común, parece romper con la epistemología convencional. Los analistas lingüísticos se han propuesto estudiar el modo real en que se usan los términos epistemológicos claves (conocimiento, percepción y probabilidad) y formular normas definitivas para su uso con objeto de prevenir confusiones verbales. El filósofo británico John Langshaw Austin aseguró, por ejemplo, que decir que un enunciado es verdadero no añade nada al enunciado excepto una promesa por parte del que conversa o escribe. Austin no considera la verdad como una cualidad o propiedad de los enunciados o elocuciones.