El terrorismo se originó en el siglo I d.C., pero fue el siglo XXI que las acciones terroristas se acentuaron y el discurso antiterrorista se convirtió en tema recurrente en los medios de comunicación occidentales. Las acciones terroristas se desarrollan principalmente contra la población civil.
Los actos y ataques terroristas, según algunos estudiosos, se iniciaron en el siglo I d. C., cuando un grupo de judíos radicales, llamados sicarios (los hombres daga) atacaron a otros ciudadanos judíos y no judíos que eran considerados a favor del dominio romano. Otros indicios que confirman los orígenes remotos del terrorismo son los registros de la existencia de una secta musulmana a final del siglo XI d.C., que se dedicó a exterminar a sus enemigos en Oriente Medio. De esa secta habría surgido el origen de la palabra ‘asesino’.
El terrorismo moderno tiene su origen en el siglo XIX en el contexto europeo, cuando grupos anarquistas contemplaron el Estado como principal enemigo. La principal acción del terrorismo en ese período estaba destinada a la lucha armada para la constitución de una sociedad sin Estado –para eso, los anarquistas tenían como principal objetivo algún jefe de Estado y no sus ciudadanos.
Durante la segunda mitad del siglo XIX, las acciones terroristas han tenido una subida significa, pero en el siglo XX fue que se produjo una expansión de los grupos que han optado por una forma de luchar contra el terrorismo. Como resultado de esta expansión, el radio de actividad terrorista ha aumentado y los nuevos grupos radicales, como los separatistas vascos en España, los kurdos en Turquía e Irak, los musulmanes de Cachemira y las organizaciones paramilitares extrema derecha racista en los Estados Unidos. Uno de los seguidores de esta última organización fue Timothy James McVeigh, terrorista que asesinó a 168 personas en la década de 1980, en el conocido atentado de Oklahoma.
Con el desarrollo de la ciencia y la tecnología en el siglo XX, las acciones terroristas tienen ahora un mayor alcance y potencia, a través de conexiones globales sofisticadas, uso de la tecnología bélica de alto poder destructivo, organización a través de redes de comunicación, entre otros medios.
A principios de siglo, especialmente después de los ataques terroristas en los Estados Unidos, en 2001, los académicos han clasificado en cuatro formas terrorismo: el terrorismo revolucionario que surgió en el siglo XX y tiene como prácticas guerrillas urbanas (trotskistas, leninistas, castristas, maoístas); el terrorismo nacionalista, que fue fundado por grupos que deseaban formar un nuevo Estado-nación dentro de un Estado ya desarrollado, como en el caso del grupo separatista ETA en España; el terrorismo de Estado que engloba acciones contra la propia población (Estados totalitarios fascistas y nacistas, dictadura de Pinochet en Chile…) y la lucha contra la población extranjera (xenofobia); y el terrorismo de organizaciones criminales, que son actos de violencia practicados con fines económicos y religiosos (la mafia italiana, el Cartel mexicano, Al Qaeda…).
En el mundo contemporáneo, las amenazas terroristas son historias recurrentes en la prensa. Para un mayor conocimiento del terrorismo global, los medios juegan un papel clave. No obstante, también es evidente que crea una expectación en torno a los terroristas. Los medios de comunicación ayudan a justificar la legalidad y la necesidad de medidas antiterroristas que a menudo conducen a más derramamiento de sangre y violaciones de derechos humanos que afectan tanto a la población civil como a los propios terroristas. Cada año que pasa, la humanidad se siente más acorralada y recelosa, temerosa de ataques con armas de destrucción masiva.
Es importante reflexionar sobre el terrorismo como práctica y el discurso elaborado en su forma. Hecho eso, estaremos preparados para cuestionar, luchar y asimilar por qué tantas personas matan y mueren por determinadas causas, sean políticas, religiosas, económicas o culturales.
