Los padres a menudo sienten ansiedad en esta etapa de la vida de sus hijos. Necesitan más autonomía y mayores tiempos de atención y concentración en clase. La escuela será probablemente mayor y menos bien vigilada que el jardín de infancia. Para aquellos que no la frecuentaron, será la primera que irán a conocer y donde tendrán que convivir cada día de la semana con sus compañeros. ¿Habrá conflictos? ¿Se portará bien en clase? ¿Aprenderá adecuadamente? ¿Se adaptará?
Es normal que los padres se pregunten sobre estas y otras cuestiones y sientan sus miedos. Pero, ¿por qué no reflexionar sobre ellos y desmitificarlos? Sobre todo, no deben transmitir esa ansiedad para los hijos. Es necesario vivir esta etapa con expectativas positivas, apartando de ellos el máximo de miedos y preocupaciones.
También los niños pueden sentir ansiedad, la cual, muchas veces, no es manifestada verbalmente, pero a través de señales a las que tenemos que estar atentos, como alteraciones del comportamiento o quejas aparentemente sin justificación. Aquí están algunas de las situaciones que pueden ocurrir: mojarse de nuevo en la cama; disminución del apetito; dificultad en dormir; despertar de noche con pesadillas; miedos antes inexistentes.
No recriminar
El niño no debería ser recriminado. Si además de ser reprendido, es expuesto frente a otros procedimientos, a la ansiedad generadora de la situación podrán sumarse otros sentimientos negativos, como la humillación, culpa, inferioridad y baja autoestima que contribuirán al agravamiento del problema. Debe haber una conversación amistosa y franca con el niño sobre que él va a sentir y verbalizar sus miedos, a fin de que ellos puedan ser desmitificados. Una visita a la escuela que él frecuenta puede ayudar a padres e hijos a superar los miedos.
Las recriminaciones como: ‘¿Otra vez todo desorganizado? En la escuela vas a aprender lo que es bueno…’, ‘¿Hiciste eso? Entonces espera cuando vayas a la escuela y el profesor te diga’ son muy perjudiciales. Alimentan expectativas negativas en los hijos que van a idealizar la escuela como un lugar de disciplina rígida, donde podrán surgir muchos castigos contra él.
Por el contrario, es importante alimentar expectativas positivas en los niños, hacerlos sentir que la escuela es un buen sitio (como de hecho lo es). Estos son algunos ejemplos de frases/ideas que podemos utilizar:
‘¡Qué grande estas ya! ¡Incluso ya vas a la escuela! ¡Vaya!’
‘¡Vas a tener un montón de nuevos amigos! ¡Te vas a cansar de tanto jugar! Cuando los conozcas mejor incluso podemos invitar a alguno a venir a casa un sábado’.
‘Ahora vas a estar bien. Finalmente aprenderás a leer. Cualquier día puedes leer tus libros de cuentos o leyendas de dibujos animados’.
Es duro, a veces, esta tarea de ser un padre o una madre. Siempre debemos estar muy atentos y muy presentes. El afecto nunca es excesivo; la sobreprotección es negativa. Pero hay otras estrategias que pueden utilizarse para ayudar a los niños, como encontrar juegos educativos que contribuyan a aumentar el tiempo de concentración, asignarles pequeñas responsabilidades en las tareas familiares (por ejemplo, mantener la habitación y ordenar los juguetes, poner la mesa), ofrecer libros al niño para leer, o invitar a la casa a otros chicos que ha conocido en la escuela.
El papel de la escuela
También es muy importante el papel de las escuelas en la recepción de estudiantes del primer año de educación primaria. La mayoría de ellos viene ya desarrollando actividades de recepción para alumnos y encargados de educación, en que el momento es de fiesta y no de gran solemnidad y formalidad. Así apetece más ir a la escuela y los fantasmas van desapareciendo.
Hay guarderías donde, en el último año en que los niños los frecuentan, las llevan a hacer una primera visita al colegio más próximo. Eso proporciona un contacto informal y lúdico con la escuela en funcionamiento, también elimina dudas de los miedos que puedan surgir.
