Orfismo, en la religión clásica, culto espiritual de la antigua Grecia, que se creía desarrollado en los escritos del mítico poeta y músico Orfeo. Pasajes poéticos fragmentarios, que incluían inscripciones en tablillas de oro encontradas en las sepulturas de los seguidores órficos desde el siglo VI a.C., indican que el orfismo se basaba en una cosmogonía centrada en el mito del dios Dioniso Zagreo, el hijo de las deidades Zeus y Perséfone. Molesto porque Zeus anhelaba hacer a su hijo soberano del universo, los envidiosos titanes desmembraron y devoraron al joven dios. Atenea, diosa de la sabiduría, fue capaz de recuperar su corazón, que llevó a Zeus, quien se lo comió y dio nacimiento a un nuevo Dioniso. Zeus castigó más tarde a los titanes destruyéndolos con su rayo y, de sus cenizas, creó la raza humana. Como consecuencia de ello, los seres humanos tienen una naturaleza dual: el cuerpo terrestre era la herencia de los titanes nacidos de la tierra; mientras que el alma derivaba de la deidad de Dioniso, cuyos restos se mezclaron con los de los titanes.
Según los fundamentos del orfismo, los seres humanos se afanan por librarse del elemento titánico, o representación del mal, propio de su naturaleza, y rastrearían conservar lo dionisíaco, o divino, naturaleza de su ser. El triunfo del elemento dionisíaco se puede conquistar siguiendo los ritos órficos de purificación y ascetismo. Según esta religión, a través de una larga serie de reencarnaciones, los seres humanos se organizan para la vida más tarde del fallecimiento. Si han vivido en el mal, serán castigados; sin embargo, si han vivido en la santidad, tras su fallecimiento sus almas se liberarán absolutamente de los elementos titánicos y se marcharán con la deidad.
