El Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH) puede ocurrir en un 3% a un 20% de niños en edad escolar, siendo los niños varones de 4 a 9 veces más afectados que las niñas. En la actualidad, la mayor exigencia y las altas expectativas en el rendimiento escolar conducen a un mayor número de diagnósticos.
Las manifestaciones clínicas del síndrome de déficit de atención e hiperactividad pueden ser muy prematuras, pero es en la escuela que las alteraciones de la atención y la excesiva actividad constituyen un problema serio.
En niños con déficit de atención e hiperactividad los cambios de comportamiento son la inatención, la hiperactividad y la impulsividad.
La falta de atención se manifiesta por la incapacidad de los niños a permanecer atentos. Los niños tratan de evitar tareas que requieran concentración, se distraen fácilmente y no parecen escuchar. La dificultad de concentración siempre está presente en este síndrome.
La hiperactividad se traduce en la imposibilidad de controlar la actividad y de los impulsos en situaciones donde el control es crítico, especialmente en la escuela. Interrumpir las clases, responder antes de que termine la pregunta, interrumpir a compañeros, no esperar su turno, mudar constantemente de actividad y no mantenerse sentados son algunos signos. La hiperactividad es la principal característica de este síndrome que, cuando es asociada a impulsividad, es particularmente problemática llevando a veces a accidentes personales.
Los niños con déficit de atención e hiperactividad son generalmente desorganizados, torpes, sin capacidad para el deporte, con un rendimiento escolar irregular y poco social, lo que conduce a la baja autoestima.
Aún se desconoce la causa de este disturbio neurocomportamental. Varios estudios, sin embargo, apuntan a una base genética ya que hay mayor riesgo de incidencia en hermanos, principalmente en los gemelos idénticos y a menudo hay un pariente cercano también afectado, generalmente el padre, en las familias de niños con este diagnóstico.
El diagnóstico es esencialmente clínico y basado en criterios comportamentales. Los síntomas describen inatención, hiperactividad e impulsividad – deben existir durante más de seis meses, haberse iniciado antes de los siete años de edad y manifestarse en diferentes circunstancias, particularmente en el hogar y en la escuela.
Siempre es necesario comprobar si existen enfermedades asociadas, incluyendo la visión y audición. Para establecer el diagnóstico todavía deben ser excluidas las variantes normales relacionadas con la edad, sexo y características temperamentales del niño.
Un problema de salud
Después de la diagnosis son necesarias aclaraciones y consejos adecuados para los niños, padres y maestros. Es vital que todos en su entorno comprendan tal alteración comportamental como un problema de salud del niño y no como un problema de disciplina. Esa actitud es el paso más importante para una evolución favorable. En casa y en la escuela todos deben asumir una actitud positiva dando valor a las conductas adecuadas y evitando las críticas sistemáticas.
En el aula, el estudiante debe estar en primera fila, debe ser reducido el número de estudiantes en la clase y debe proporcionarse apoyo educativo individualizado. Deberían adaptarse las actividades escolares al tiempo de concentración del alumno, incentivándolo a participar en las tareas escolares.
Existe beneficio en el uso de medicamentos psicoestimulantes para mejorar la atención y para reducir la hiperactividad e impulsividad. Sin embargo la medicación nunca es la primera opción de tratamiento y debe usarse siempre en asociación con cambios en la rutina de la escuela, la estructura de las clases y la actitud hacia el niño, evitando el estrés y promoviendo la autoestima positiva.
Los objetivos del tratamiento de niños con déficit de atención e hiperactividad son el mejoramiento del aprendizaje y del rendimiento escolar. La evolución es generalmente favorable cuando el niño está bien vigilado y apoyado por las figuras de autoridad.