La década de 1960 significó un punto de grandes inflexiones para la sociedad contemporánea. En los Estados Unidos, el baby-boom de la posguerra estableció el surgimiento de una generación de jóvenes introducidos en la prosperidad material y tecnológica de un mundo en plena transformación. Los nuevos logros en el campo del transporte, medicina y electrónica provocaron la configuración de una época aparentemente ceñido por el signo de modernidad.
Sin embargo, observamos también el brote de una revisión de valores responsables para la transformación de roles ocupados por hombres y mujeres en la sociedad. Ya durante la Segunda Guerra Mundial, la incorporación masiva de mujeres en el mercado laboral ha establecido un nuevo campo de posibilidades para aquella mujer que anteriormente era vista como la reina del hogar. De este proceso de emancipación relativa, muchas mujeres reclamaron nuevos campos de conquista nunca antes imaginados.
Cuando llegamos a la década de 1960, el advenimiento de la píldora anticonceptiva permitió una liberación de comportamientos sexuales antes restringida a la monogamia y relaciones maritales. Al mismo tiempo, el ambiente intelectual también comenzaría a recurrir a esa pregunta con la difusión de libros de autores interesados en reconstruir el papel de la mujer en la sociedad. Entre otras obras, podemos destacar ‘El segundo sexo’ (1949) de Simone Beauvoir y ‘Mística de la feminidad (1963) por Betty Friedan.
A partir de entonces, la mujer quiso expresar y reivindicar sus derechos en la calle reclamando igualdad por la constitución liberal de sus países. Entre otras cuestiones, lucharon para que los salarios de hombres y mujeres fuesen debidamente equitativos. En ese aspecto, percibimos que entre las décadas de 1960 y 1970 el feminismo había sido consolidado como movimiento político integrado a muchas otras banderas de luchas civiles y minoritarias.
En respuesta a dichos movimientos, sucedía la adopción de varias políticas de igualdad que pretendían responder a las aspiraciones establecidas en el periodo. Instituciones de defensa de los derechos de las mujeres y otros órganos de naturaleza gubernamental pasaron a sensibilizar otros campos de la sociedad con respecto a esa causa. Con eso, observamos que muchas banderas de lucha se convirtieron en prestigiadas por la aprobación de leyes específicas.
Desde la década de 1980, el feminismo pareció perder su fuerza. La causa dejó de ser una meta a ser alcanzada después de que los propios representantes del Estado reconocieran la legitimidad de tales reivindicaciones. Sin embargo, esa faceta de la historia contemporánea ha desplegado un cambio de comportamiento que rompió con los paradigmas tradicionales de la familia e, incluso, del hombre. La victoria feminista todavía resuena en las transformaciones aún visibles en nuestra vida cotidiana.
