Imagina una cueva separada del mundo exterior por un alto muro. Entre la pared y el piso de la cueva existe un agujero por el que pasa un fino haz de luz de afuera, salir de la cueva en la oscuridad casi completa. Desde el nacimiento, generación tras generación, los seres humanos están ahí, de espaldas a la entrada, sin poder mover la cabeza o mover sus brazos y piernas, obligados a buscar sólo en la pared del fondo, que viven sin ver el mundo exterior, ni el Sol.
Nunca se habían visto realmente unos a otros o a sí mismos, sino sólo las sombras de los demás y de sí mismos por qué están en la oscuridad e inmovilizados. Por debajo de la pared, dentro de la cueva, hay un fuego que ilumina la oscuridad del interior y vagamente hace que las cosas que están fuera se proyectan como sombras en la pared trasera de la cueva.
Afuera, la gente está hablando y llevando en sus hombros objetos e imagenes de hombres, mujeres y animales cuyas sombras son proyectadas en la pared de la cueva, como un espectáculo de títeres. Los prisioneros creen que las sombras de las cosas y la gente, el sonido de sus palabras e imagenes que llevan sobre sus hombros son las mismas cosas de fuera y artefactos que son seres vivos que se mueven y hablan.
Uno de los prisioneros, descontento con el estado en que se encuentra, decide abandonar su lugar. Produce un instrumento para romper las cadenas. En primer lugar, puede mover la cabeza, y luego todo el cuerpo, entonces avanza hacia la pared y la escala. Haciendo frente a los obstáculos da con una forma difícil de salir de la cueva.
A primera vista, termina totalmente cegado por el brillo del Sol, con la que sus ojos no están acostumbrados. Lleno de dolor a causa de los movimientos que el cuerpo lleva a cabo la primera vez y el resplandor de sus ojos bajo la luz exterior, mucho más fuerte que el débil resplandor del fuego que estaba dentro de la cueva, comienza a surgir en él el acto de confusión. Se siente dividido entre la incredulidad y la fascinación.
Al permanecer fuera, el prisionero poco a poco se acostumbra a la luz y empieza a ver el mundo. Encantado de sí mismo, está feliz de ver las cosas mismas, descubriendo que había sido encarcelado de por vida y que en su detención sólo había visto en las sombras de la realidad.
De ahora en adelante, el reo quiere quedarse fuera de la cueva para siempre y luchará con todas sus fuerzas para no volver al agujero oscuro. Sin embargo, no puede dejar de sentir lástima por otros prisioneros y, finalmente, toman la difícil decisión de volver a la tierra oscura y decirle a otros lo que vieron para convencerlos de que se libre también.
Sin embargo, los otros prisioneros se burlan de él, no creer en sus palabras, y si no puede callar con sus bromas, tratan de hacerlo con golpes. Si él insiste en decir lo que vio y les invita a salir de la cueva, sin duda finalmente terminan matarlo. Pero, quien sabe, algunos podrían oír a su compañero, en contra de la voluntad de los demás y también decidirse a partir rumbo a la realidad.