Entre los holandeses, el desarrollo de la actividad comercial fue apoyado por una clase burguesa grande y bien articulada que actuaba en su territorio. Incluso no teniendo posesiones coloniales, Holanda se benefició con varias actividades que tenían relaciones directas asociadas al desarrollo del mercantilismo.
En el desarrollo de la economía de azúcar en Brasil, los holandeses actuaban realizando distribución de productos a través de Europa y proporcionando crédito a las finanzas portugués la construcción de máquinas y la formación de los cultivos. Además, también tuvo gran protagonismo en el acabado de textiles de Inglaterra, en el corte de gemas, la fabricación de instrumentos de navegación y la preparación de bebidas destiladas y fermentadas.
Para organizar y sacar provecho de estas actividades, también debemos insistir en que la política mercantil holandesa fue sostenida por tres pilares importantes. La primera de ellas fue la Compañía Británica de las Indias Orientales (British East India Company), responsable de las decisiones generales vinculadas a la compra y venta de productos y futura explotación de sus territorios coloniales. Poco después, se destacan las acciones de crédito y control de flujo monetario promovido por el Banco de Amsterdam y, finalmente, la eficiente flota de buques controlados por ellos.
De esta manera, definimos el mercantilismo holandés como un mercantilismo comercial e industrial. Incluso sin un vasto territorio colonial, los holandeses apostaron en llevar a cabo actividades que demostraron el alto grado de complejidad que el comercio alcanzaba en Europa. La realización del transporte y el procesamiento final de varias manufacturas pueden verse como la gran prueba de esa situación.