El impuesto sobre la renta es un tributo directo, en el que el ciudadano pasa parte de su ingreso anual promedio para el Estado. Se cree que se originó en Inglaterra cuando el gobierno británico necesitaba fondos adicionales para financiar la guerra contra la Francia de Napoleón Bonaparte.
En España, la renta, nombrada inicialmente como IRPF, tuvo su aprobación en las Cortes Constituyentes de la Segunda República Española, entrando en vigor el 1 de Enero de 1933 con un mínimo exento de 100.000 pesetas y una tarifa base del 1 al 7,70%. En este país, todo el beneficio obtenido por un trabajador en un año (salario, intereses, seguros sociales…) deberá pagar un porcentaje sobre el gobierno para cubrir los costes de mantenimiento del Estado y sus proyectos estatales sobre los ciudadanos.
Con anterioridad a su aplicación en España, en Brasil, los primeros intentos de aplicar el impuesto se produjeron en 1843. Sin embargo, las presiones ejercidas por empresarios llevaron a que el impuesto fuera instituido en 1922, por medio de la Ley 317, editada el 21 de octubre.
En las jurisdicciones fiscales contemporáneas, el impuesto de la renta es el pilar más importante del sistema fiscal. Tanto por causa de su importancia como la precisión mecánica que permite el impuesto, este tributo refleja claramente los principios de justicia y materia constitucional tributaria, entre los cuales se incluye el principio de generalidad, progresividad y capacidad económica.
La imagen del león ha quedado muy asociada para designar el pago de impuestos. El león simboliza un animal justo, leal, fuerte, no ataca sin avisar, es manso pero no ignorante. Esa era la idea que precisamente deseaban transmitir: el gobierno no sería condescendiente con la evasión de impuestos.