Con la muerte del emperador Teodosio en 395, el imperio romano sucumbió a las invasiones germánicas. Mientras el Imperio de Occidente entraba en decadencia, el imperio oriental se consolidó como uno de los grandes imperios de la región de Asia y el Mediterráneo. Surgía, entonces, el imperio bizantino.
La sociedad bizantina era considerada altamente jerárquica: en la parte superior se encontraba el emperador y su familia; justo por debajo, pero a su alrededor, se daba la nobleza urbana (comerciantes, propietarios de talleres, banqueros, entre otros) y la nobleza rural (grandes terratenientes). En la parte inferior de la sociedad había trabajadores libres; y más abajo estaban los siervos y esclavos.
Una de las características llamativas de la sociedad bizantina fue la apreciación de las artes, además de la gran implicación con el conocimiento y la erudición. De esta manera, los valores culturales, artísticos, sociales y filosóficos de la antigua Grecia influyeron directamente el imperio bizantino debido a la capital bizantina, Constantinopla, que fue construida sobre las ruinas de la antigua ciudad griega de Bizancio.
El arte bizantino sufrió las influencias del cristianismo, del helenismo griego y de las culturales orientales. Este arte puede observarse en la grandeza de las arquitecturas y las sutilezas de las pinturas. También podemos destacar los mosaicos bizantinos (técnica de colocación de piedras de colores al lado) que estaban dentro de las iglesias.
La iglesia de Santa Sofía, inaugurada en el año 537, es la obra arquitectónica bizantina más bella y conocida. Por lo tanto, podemos decir que de la cultura y arte bizantino surgiría el mosaico de culturas, formando el imperio bizantino. El imperio fue compuesto de personas de diversas partes del mundo, como los griegos, egipcios, asiáticos, semitas, eslavos, entre otros, influyendo directamente en el arte bizantino.
