Hasta el siglo XIX, la costa de África fue la única región que contó con la presencia colonial europea. En suma, las actividades en estas regiones se limitaron al mercado esclavista, que marcó el desarrollo de la economía mercantil. En un segundo momento, la presencia europea se dio de forma más enfática y estableció la desarticulación de varias comunidades diferenciadas por sus características culturales y lingüísticas.
El primer evento de la ocupación imperialista sucedía entre 1830 y 1857, cuando los franceses hicieron la conquista de Argelia. En términos generales, este logro ha recuperado el prestigio francés perdido después de las guerras napoleónicas y aseguró grandes beneficios a las empresas del país. Más adelante, fue la ocasión de los franceses en asentarse en Túnez y establecer sus dominios en la África Occidental Francesa y en la África Ecuatorial Francesa. Tal dominio también contó con la conquista de Madagascar y Marruecos.
Los británicos realizaron su incursión imperialista promoviendo la conquista de Egipto y la consecuente obtención del Canal de Suez. Desde un punto de vista económico, el Canal de Suez permite la integración entre los principales centros industriales de las colonias de Europa y Asia a través de conexión entre el Mediterráneo y el Mar Rojo. Luego después del dominio de Egipto, Sudán también fue incorporado como una parcela adicional del territorio imperial de Inglaterra.
La continuidad del proyecto imperialista inglés pasó a la conquista de Rodesia, Uganda, Zanzíbar, Kenia, África Oriental Británica, Sierra Leona, Gambia, Nigeria y Costa de oro. Para controlar la rica región de África del sur, los británicos tenían que entrar en conflicto con los colonos de origen holandés en la Guerra de los Boers, que ocurrió entre los años 1899 y 1902.
En el año 1876, el rey belga Leopoldo II promovió la anexión de la cuenca del Congo, que se transformó en un territorio de interferencia personal. Con todo, en 1908, el gobierno de Bélgica dictaminó que la posesión sería integrada al Estado, teniendo en cuenta la terrible masacre causada por la dominación del monarca. En las últimas décadas del siglo XIX, Alemania e Italia, después de la unificación tardía de sus respectivos Estados nacionales, también participaron del imperialismo en África.
Los alemanes han promovido la formación de África Oriental Alemana, conformada por los territorios de Ruanda-Burundi y Tanganica. Ya en la parte occidental del continente, los alemanes habían controlado Camerún, Togo y la actual Namibia. Los italianos fueron responsables del control de la costa Libia, Eritrea y Somalia. El control absoluto del Cuerno de África no se produjo debido a la derrota italiana en la Batalla de Adua, ganada por un ejército etíope preparado.
El desarrollo de la acción imperialista llevó a las grandes naciones capitalistas a promover la Conferencia de Berlín (1884-1885), organizada por el estadista Otto Von Bismarck. El principal objetivo de la reunión era definir reglas que determinarían las conquistas imperiales en el continente africano. A partir de ese momento, cualquier nueva anexión territorial debería ocurrir a partir del envío de un documento avisando a los otros gobiernos imperialistas.
A pesar de la innegable supremacía de los europeos, la dominación imperialista estuvo marcada por varias guerras y conflictos entre nativos y colonos. Los franceses tuvieron que soportar varios levantamientos producidos en Etiopía y los británicos se vieron forzados a organizarse estratégicamente contra la resistencia en Sudán. Los únicos casos de éxito africano ocurrieron en las regiones de Liberia y Etiopía, donde lograron evitar la presencia imperialista.