Hedonismo (en griego, hēdonē, ‘placer’), en la filosofía occidental, se aplica este término para referirse a la doctrina conforme la cual el placer es el exclusivo o el destacado bien de la vida, y su búsqueda el fin ideal de la conducta. Se formularon dos relevantes teorías hedonistas en la antigua Grecia. Los cirenaicos, o hedonismo egoísta, abrazaban una doctrina en que la complacencia de los anhelos personales inmediatas, sin tener en consideración a otras personas, se juzgaba el supremo fin de la existencia. El conocimiento, de conformidad con los cirenaicos, pertenece a las efímeras sensaciones de la actualidad, y por lo tanto es inútil formular un método de valores morales donde la conveniencia de los placeres presentes es sopesada frente al dolor que pueden provocar en el futuro. De forma diferente al hedonismo egoísta, los epicúreos, o hedonistas racionales, sostenían que el placer verdadero es alcanzable tan sólo por la razón. Hacían hincapié en las virtudes del dominio de sí mismo y de la prudencia.
Estas dos corrientes perduraron sin cambios trascendentales hasta los días actuales. En los siglos XVIII y XIX los filósofos británicos Jeremy Bentham, James Mill y John Stuart Mill propusieron la doctrina del hedonismo universal, más conocido como utilitarismo. Según esta teoría, el criterio final de la conducta humana es el bien social, y el principio que guía la conducta moral individual es la lealtad a aquello que suministra y favorece el bienestar del mayor número de personas.