El entierro del Conde de Orgaz, de El Greco, ilustra una leyenda popular de la ciudad española de Toledo. La historia cuenta que San Esteban (a la izquierda del conde) y San Agustín (a su derecha) surgen en el entierro del conde Gonzalo Ruiz de Toledo y lo conducen personalmente a su descanso final.
El conde español Gonzalo Ruiz de Toledo fue un filántropo devoto que donó dinero para la reforma de la Iglesia de Santo Tomás. Andrés Núñez, párroco de la Iglesia de Santo Tomás de Toledo, donde se encuentra la obra, fue quien encomendó el homenaje.
En esta obra, El Greco cuenta con dos estilos diferentes. En la mitad inferior de la obra, El Greco pintó imagenes más naturalistas y esculturales, junto con retratos de personalidades importantes de la época toledana.
En la mitad superior del cuadro, El Greco adoptó el manierismo, usando colores extravagantes, disposiciones espaciales poco comunes y formas distorsionadas que sugieren una dimensión divina, mientras el alma del conde asciende sobre los cielos.
El cuadro es típico de la Contrarreforma, cuando la reafirmación de los ideales católicos se convirtió en una prioridad ante el avance del protestantismo.
Entre las personalidades famosas toledanas, destaca el mismo autorretrato de El Greco. Es el séptimo de izquierda a derecha, con la mano levantada a la altura del cuello.
El hijo del artista aparece también en escena. Al lado de San Esteban, a la izquierda del cuadro, Jorge Manuel gesticula en dirección al entierro, actuando como una conexión entre el mundo real del espectador y el mundo imaginario de la obra. Un lienzo en su bolso exhibe la firma de El Greco y el año 1578, fecha de nacimiento del joven.
Destacamos cuatro detalles de El Entierro del Conde de Orgaz:
- Yuxtaposición de colores: al colocar rojo-cereza, azul-oscuro y amarillo vivo en el manto de la Virgen María y de San Pedro próximo de extraños matices de color blanco grisáceo; el pintor hace que la parte del trabajo celestial parezca reflejarse a la luz de una superficie brillante. Esto refuerza la impresión de que el espectador y los personajes en el cuadro son testigos de una visión.
- El alma como un niño: El Greco retrata el alma del conde como un recién nacido. Rodea al niño con telas onduladas, con la intención de dar la impresión de elevación y espiritualidad. La perspectiva es bastante inusual, con espacio que se rompe hacia dentro y dirige la mirada hacia arriba, lo que sugiere que el alma se eleva hacia el cielo.
- Autorretrato: justo encima de la cabeza de San Esteban, el artista se pinta a sí mismo. Él mira hacia fuera de la obra, lo que demuestra que se trata de un trabajo personal. Aunque los personajes están presentes en la escena representada en la ropa del siglo XVI, el hecho ocurrió, en realidad, en el siglo XIV. Esto hace que la historia sea más impresionante para los espectadores de su tiempo.
- El hijo del artista: el niño en primer plano es el hijo de El Greco. Juan Manuel aparece señalando el funeral, que actúa como un enlace entre el mundo real y el mundo imaginario del espectador de la obra. El pañuelo en el bolsillo muestra la firma de El Greco, junto con el año de nacimiento del niño, de 1578.