La construcción del imperio más grande en la antigüedad occidental no sería posible sin la creación y mantenimiento de un ejército grande y fuerte. En este sentido, el ejército romano fue una de las bases para el desarrollo de la civilización romana desde sus inicios.
Durante la Monarquía y parte de la República, el ejército romano estaba comandado por los patricios y el reclutamiento era realizado de forma obligatoria, especialmente entre los campesinos.
Pero había un problema. Las largas campañas militares dejaban a los campesinos durante mucho tiempo lejos de sus tierras. Sus mujeres e hijos quedaban responsables por el cultivo.
Con un número menor de brazos para trabajar la tierra, la productividad disminuía, resultando en la pérdida de tierras para los terratenientes. Con esa situación, era común la insatisfacción de los campesinos con la participación en el ejército.
Para superar esta situación, durante el periodo de republicano fue estimulado el reclutamiento voluntario. Los proletarios de la ciudad pudieron participar en el ejército, recibiendo como compensación un salario. Recibían también donativos, una remuneración adicional por la participación en las guerras, además de espacios de tierras en los territorios conquistados. Los pueblos vencidos también podían participar en el ejército romano.
Era motivo de prestigio participar en el ejército. Además, durante el período del Imperio, el ejército se convirtió en el principal instrumento para el ejercicio del poder político por los emperadores. Comandante supremo del ejército, el emperador siempre fue nombrado como responsable de las victorias en las guerras.
Para mantener este poderoso ejército fue necesario un constante proceso de formación, ya fuera en períodos de guerra o incluso en tiempos de paz, cuando el objetivo era preservar las fronteras conquistadas. Las fronteras del Imperio Romano llegaron a extenderse unos 9.000 kilómetros. Esto nos lleva a pensar en que el tamaño del ejército necesario para defenderlos debía ser muy grande.
Los soldados fueron entrenados con varios tipos de armas como lanzas, escudos, espadas y dagas. Muchas veces estos instrumentos de formación eran más pesados que los utilizados en combate. Esta medida se adoptó para hacer a los soldados todavía más fuertes y más hábiles.
Construir fortificaciones y campamentos también era parte de la formación, con el objetivo de elegir los mejores lugares cerca de carreteras y lejos de las colinas, además de tener acceso a los suministros, tales como agua, madera y alimentos para animales.
Ingenieros, carpinteros, albañiles y herreros también eran necesarios en la construcción de estos lugares, así como en la construcción de puentes flotantes y puentes levadizos, utilizados para cruzar ríos o escalar fortificaciones.
El ejército romano era compuesto por legiones, formadas por hombres de aproximadamente 5 a 6 mil efectivos. También hubo una caballería de alrededor de 120 caballos y una fuerte artillería compuesta de ballestas y onagros, armas de guerra que servían para el lanzamiento de piedras, flechas y dardos. Carros tirados por caballos, así como elefantes de guerra, también eran usados para atacar a los enemigos.
Los navíos romanos eran impulsados por vela y remo. Los remos fueron dispuestos en tres filas, dando el nombre de trirremes a estas embarcaciones. Había en la proa — la parte delantera de los buques de guerra— un espolón utilizado para colisionar con los navíos enemigos y derrumbarlos.
Estos instrumentos de guerra, se aliaron al intenso entrenamiento, asegurando que el ejército romano se mantuviera fuerte durante siglos, siendo superado con el declive del Imperio, alrededor del siglo V d.C., cuando se intensificaron las invasiones bárbaras.