En el Renacimiento, las ciencias tuvieron un desarrollo tan fértil como las artes y las letras. Incluso así, se produjeron varios progresos importantes.
En astronomía, el polaco Copérnico derribó la teoría geocéntrica (la Tierra como centro del Universo). Esa idea quedó invalidada por el heliocentrismo, afirmando que los planetas giran alrededor del Sol. Su trabajo fue mejorado por el alemán Kepler, que demostró la órbita elíptica de las estrellas, y por el Italiano Galileo Galilei, que perfeccionó el telescopio.
En medicina, Andrés Vesalio, médico de Bruselas, investigó el cuerpo humano a través de la disección de cadáveres. Miguel Servet, médico español, descubrió la pequeña circulación de la sangre o circulación pulmonar por las arterias. A su vez, el médico inglés William Harvey completó su descubrimiento al constatar el regreso de la sangre al corazón a través de las venas.
En General, la Reforma y la Contrarreforma, impusieron el fin del Renacimiento. Sin embargo, el racionalismo y el espíritu crítico no fueron totalmente sofocados; la racionalización del conocimiento volvería a reaparecer de forma más contundente en el empirismo inglés del siglo XVII y en el movimiento de la Ilustración francesa del siglo XVIII. En este mismo siglo, la burguesía estaría más sólida para crear e imponer una cultura propia a la sociedad europea.