El corporativismo es un sistema político que ha alcanzado su completo desarrollo teórico y práctico en la Italia fascista. Según sus postulados, el poder legislativo se asigna a las empresas que representan el interés económico, industrial o profesional, llamado a través de asociaciones comerciales, a través de que los ciudadanos debidamente enmarcadas, participando en la vida política.
Su discurso, que abogó por la eliminación de la lucha de clases en favor de un modelo de colaboración entre ellos, era sin embargo firmemente anclado en las concepciones y en la doctrina social y económica del marxismo. El énfasis en las negociaciones colectivas y en la intermediación política de los conflictos con la participación de sindicatos y representantes estatales caracteriza esta forma de organización de las relaciones entre empresarios y trabajadores. Aunque la propiedad privada de los medios de producción se ha conservado nominalmente, esta extensa intervención del Estado en la sociedad capitalista industrial supuso el declive de la doctrina liberal en los países donde fue adoptada.
Representó también un resurgimiento de un tipo de organización de la sociedad análoga a la que dominaba en la Edad Media y durante el período mercantilista, en la cual el derecho al trabajo fue controlado por los gremios, y que sólo fue superado por el triunfo de las ideas liberales en los siglos XVIII y XIX, como la Ilustración. El régimen de Salazar que se mantuvo en vigor en Portugal desde 1933 hasta la revolución del 25 de abril de 1974 fue expresamente corporativista. Del mismo modo, muchos otros países, como Francia, bajo el gobierno del mariscal Philippe Pétain (1940-1945), la España bajo la figura del Generalísimo Franco (1939-1973), la Argentina con Juan Domingo Perón (1943-1952) y México bajo Lázaro Cárdenas (1934-1940) establecieron una inmensa cantidad de leyes y organizaciones inspiradas en las ideas corporativistas.