El consumo moderado de bebidas alcohólicas por parte de adultos, para acompañar a las dos principales comidas del día – almuerzo y cena – es agradable e incluso beneficioso por proporcionar bienestar y mejorar la sociabilidad. Sin embargo, las personas que todavía están en desarrollo, es decir, hasta los 16 a 18 años, nunca deben ingerir alcohol, sea en la cantidad que fuera.
Recientes estudios han sorprendido sobre datos preocupantes acerca de la educación alimentaria en general y la prevención de este hábito en particular. De varios de ellos podemos extraer diversas conclusiones:
- Más del 70% de los jóvenes de ambos sexos, con edades entre los 12 y 18 años ya consumieron y/o consumen bebidas alcohólicas.
- Los chicos beben más cerveza y las chicas prefieren las bebidas destiladas.
- La mayoría de los jóvenes justifica el consumo de bebidas alcohólicas con la necesidad de desinhibirse.
Estos resultados pueden ser, más o menos, un espejo aproximado de diversos países de América Latina y Europa. Las pérdidas del consumo habitual u ocasional de alcohol por los jóvenes, son variadas y poco alentadoras, porque el alcohol en el cuerpo:
- Irremediablemente destruye las células del sistema nervioso de cualquier individuo en formación.
- Obstaculiza, retrasa o evita que el proceso de desarrollo y maduración de diversos órganos.
- Disminuye la capacidad de la formación de las defensas del sistema inmunitario.
- Compromete en definitiva las potencialidades de estos jóvenes, haciéndolos adultos físicamente más frágiles, intelectualmente menos capaces, emocionalmente más inestables.
Pero los problemas no terminan ahí. El consumo de alcohol conduce a la pérdida de control, la predisposición a la bebida y al alcoholismo indisciplinado. No deben tomarse a la ligera esas consecuencias o ser identificadas como exageradas, pues no es por casualidad que varios países se proclamen campeones en el consumo de alcohol. Hasta hoy no se descubrió relación entre el patrimonio genético y el consumo de alcohol, es decir, el problema se sitúa al nivel de los comportamientos y son esos que deben ser trabajados en la dirección del desarrollo de la autoestima y de la autoconfianza, del establecimiento y cumplimiento de objetivos, de la práctica deportiva y de las relaciones interpersonales de intercambio afectivo.