El acto de parpadear es un reflejo de los ojos utilizado en la distribución de la lágrima a través de la protección superficial, córnea ocular contra agentes externos e incluso en la oxigenación. Esta reflexión ocurre cuando el núcleo oculomotor es accionado por el nervio óptico y este es estimulado por los nervios conectados a los ojos a través de incentivos visuales o necesidades oculares.
Normalmente parpadeamos veinte veces por minuto, siendo que cada parpadeo dura cerca de 150 milésimas de segundo en cada momento. Cuando una persona parpadea ocurre una especie de pausa en el paso de la luz y de informaciones llevadas al cerebro por la visión. Ese hecho se da por causa de paralizaciones en algunos lugares del cerebro haciendo con que se tenga en el periodo del parpadeo sensaciones de apagón.
El intervalo entre un parpadeo y otro es determinado por la actividad realizada por la lágrima; cuando esta efectúa todas las funciones es eliminada por el canal lacrimal y entonces es necesario que haya un nuevo parpadeo para iniciar otra distribución de lágrima.
Como se puede percibir, el acto de parpadear es extremadamente importante para el buen desempeño de la división ya que si no se parpadea una persona no tendrá la lubricación necesaria para la superficie ocular y tampoco la protección del globo ocular. También es importante saber que el acto de parpadear en exageración o hasta presionar los ojos puede significar algo que dificulte el buen funcionamiento de la visión, como alergias o inflamaciones. En ese caso es necesario acudir a un especialista en el área (oftalmólogo) para que el problema sea tratado y detectado.
