Siendo adoradores de muchos dioses, los egipcios solían adorar a las deidades que podrían representar las diferentes fuerzas de la naturaleza, animales y figuras humanas. Algunos de estos dioses podían ser adorados por toda la población egipcia, mientras que otros se insertaron en las prácticas religiosas de una sola región. Además de los politeístas, los egipcios también solían realizar ritos para honrar a figuras antropozoomórficas, seres híbridos que tenían el cuerpo con partes humanas combinadas con partes animales.
Los mitos que hablan de los distintos dioses adorados por los egipcios demuestran el origen de muchos de los rituales celebrados por esta antigua civilización. Por medio del relato que nos habla de la muerte del dios Osiris, por ejemplo, tenemos el origen de la sobre la costumbre egipcia momificar a los muertos. Además, la muerte y el renacimiento del dios que justifica la idea de la circularidad del tiempo muy marcada en la cultura egipcia.
Entre los distintos dioses adorados por los egipcios, podemos destacar Osiris, Isis, Seth, Ra, Ptah, Tot, Anubis y Maat. Entre la clase campesina, la adoración de los animales era bastante común, y el gato era uno de los más prestigiosos. En otras ciudades como Menfis y Tebas, destacaba Sobeque – el dios cocodrilo, y Apis – el dios-toro, que eran adorados por lo general con una serie de rituales y sacrificios. Los templos, construidos en cantidades significativas, fueron el punto de culto y constituyeron la propia casa de varias deidades.
Otra curiosidad de la religión egipcia se refiere a la forma en que la muerte fue considerada por esta civilización. Para los egipcios, la muerte era sólo un proceso en el cual se separa el alma del cuerpo. De acuerdo con sus creencias, un alma podía vivir para siempre si encontraba un cuerpo en perfectas condiciones para descansar. Debido a esta creencia, los egipcios desarrollaron varias técnicas de momificación.
En el antiguo Egipto, los faraones eran considerados una encarnación directa de Horus, el dios halcón, hijo de Amón-Ra, el dios-Sol. La prosperidad de toda la población egipcia está íntimamente ligada a la figura del faraón, y por lo tanto, se llevaron a cabo diversas celebraciones en su honor. En ocasiones, la presencia de este monarca fue deificado en ciertos rituales de suma importancia. Sin las bendiciones faraónicas, las inundaciones de ríos y las victorias militares podrían verse amenazadas.
Durante el reinado de Amenhotep IV (1353 a.C – 1336 a.C), la vida religiosa de los egipcios sufrió una revolución en un momento en que el faraón trató de introducir el monoteísmo a toda la población. Tratando de reducir la influencia política de los sacerdotes, el rey reconoció que sólo Dios Atón (deidad que representa el círculo solar) era el único Dios que debía ser adorado. A pesar del gran impacto de su imposición, el politeísmo se restableció de nuevo con el fin de su gobierno.