La heroína es una de las drogas más perjudiciales de las que se tiene noticia. Además de ser extremadamente perjudicial para el cuerpo, la heroína provoca adicción y rapidez mental. Actúa como un depresor potente del sistema nervioso central.
Poco después de inyectarse la droga, el usuario está en un estado somnoliento, fuera de la realidad. Este estado es conocido como “cabeceo”. Las pupilas terminan contraídas y la primera sensación es de euforia y bienestar. A continuación, el usuario entra en una profunda depresión, lo que le conduce a buscar nuevas dosis y más grandes para lograr repetir el efecto. Con cada nueva dosis de heroína el cuerpo se adapta y genera cierta habito teniendo menores efectos y necesitando mayores cantidades para generar los anteriores efectos.
Físicamente, el consumidor de heroína puede tener varias complicaciones, tales como sordera, ceguera, delirios, la inflamación de las válvulas del corazón, coma e incluso la muerte. En caso de ser consumido por medio de inyección puede causar necrosis (muerte del tejido) de las venas.
Como consecuencia de la necrosis, se incrementa la dificultad para el adicto de poder encontrar una vena que está todavía en condiciones adecuadas para inyectar una nueva dosis. El cuerpo puede comenzar a producir algunas sustancias vitales no reguladas como las endorfinas o empezar a producir otras sustancias también, como la noradrenalina que, en exceso, acelera el ritmo cardíaco y la respiración.
El cuerpo también pierde la capacidad de controlar su temperatura constante lo que causa escalofríos. El estómago y los intestinos están completamente fuera de control causando vómitos constantes, diarrea y dolor abdominal severo.