En términos generales, podemos ver que la educación desarrollada en Esparta estaba estrechamente vinculada con el carácter que la sociedad y el gobierno militar que tuvo en ese momento. Desde muy temprana edad, nos damos cuenta de que la formación de las personas era reconocida como una función obligatoria para ser parte del el Estado. Para entender esta práctica, es necesario recordar que los espartanos se vieron como soldados potenciales.
Aún en el nacimiento, el niño era observado con detalle por un grupo de ancianos. Si no presenta buen estado de salud o tenía un problema físico, era arrojado siempre desde la cima del monte Taigeto. Si se consideraba saludable, podía quedarse con su madre hasta la edad de siete años. Después de eso, quedaba bajo la tutela del gobierno de Esparta a fin de recibir todos los conocimientos necesarios para llegar a su carrera militar.
Entre los siete y doce años, los niños recibían los conocimientos básicos para conocer la organización y las tradiciones de su pueblo. Después de eso, se iniciaban en un riguroso entrenamiento militar, que sería colocado en una serie de ensayos y pruebas para mejorar las habilidades de los jóvenes. En esta fase, el estudiante era puesto en libertad en un campo en el que debía conseguir su propio sustento mediante la recopilación de los animales de caza, o en algunos casos, a través del robo.
Al mismo tiempo, los aprendices eran puestos para realizar largas marchas y luchar unos con otros. De esta forma, se aprendía a luchar con eficacia. Además, existía una gran preocupación en exponer a esos soldados a situaciones que probasen su resistencia en situaciones adversas y obediencia fiel a sus superiores. Cada vez que no cumplían con una misión específica, el soldado en el entrenamiento era sometido a terribles castigos físicos.
Cuando tenía diecisiete años de edad, el soldado espartano era sometido a una importante prueba final que funcionaba como una especie de juego donde los soldados se escondían en un campo para que, al anochecer, salieran y dieran la mayor caza posible de hilotas (esclavos). Los que sobrevivían a este proceso de selección irían directos a formar parte de las filas del ejército y tendrían derecho a un lote de tierras.
Con respecto a las mujeres, hay que destacar que esta misma jurisdicción ejercida por el Estado también se dirigió a ellas. De acuerdo a la cultura espartana, sólo una mujer podría estar físicamente preparada para tener hijos si podían demostrar su valentía para defender su ciudad-estado. Por otra parte, durante su vida civil, podría adquirir la propiedad directa y no necesariamente sujeta a la autoridad de su marido.
Cuando llegaba a la edad de treinta años, el soldado espartano podía ascender a la condición de ciudadano. Posteriormente, asistía a las decisiones políticas discutidas en las asambleas que podían vetar la creación de leyes. Ya a la edad de sesenta años, el individuo podía abandonar definitivamente el ejército y unirse al senado (gerousia), un consejo de ancianos responsable de la creación de las leyes de Esparta.