Datando entre el 476 y el 1453, la Edad Media consiste en un período histórico de casi un milenio que comienza con la toma del imperio romano por los hérulos y llega a su fin cuando los turcos otomanos conquistaron la ciudad de Constantinopla. Su nombramiento tiene sus orígenes en el siglo XVIII, cuando los historiadores creían que sería un tiempo intermedio entre la antigua y la edad moderna.
Durante siglos, la época medieval fue siendo rotulada por terminaciones que acabaron dejando ese tiempo conocido como la edad oscura. Esa perspectiva negativa estaba asentada en el discurso de varios intelectuales del Renacimiento, que vieron el mundo feudal como sinónimo de atraso, primitivos, abandono del pensamiento racional y de las ciencias.
Sólo en el siglo XX, algunos historiadores comenzaron a revisar este discurso saciado a través de investigaciones que reconsideraron este período. La imagen inerte y simple que antes había de representar las edades de estos periodos estaba perdiendo lugar a la riqueza de investigación que apuntaba a un rico universo de ideas, invenciones y complejas formas de organización, aun cuando no coincidan con la cultura y estilos de vida de épocas posteriores.
Para que esto sea posible, debemos recordar que el campo historiográfico tuvo que sufrir grandes transformaciones. En lugar de centrarse en la credibilidad de las fuentes escritas, los interesados en el tema comenzaron a incorporar las fuentes documentales de otra naturaleza. En un período en el cual el mundo alfabetizado estaba restringido a un pequeño número de personas, sería virtualmente imposible reevaluar los significados y los valores posibles del mundo medieval sólo por escrito.
Así, entre los bárbaros, plagas, feudos, caballeros, herejías e iglesias, simplemente no podemos ignorar la dinámica única y la importancia histórica de la edad media. Si no fuese por la acción de medieval, el modelo de organización de redes urbanas, las teorías administrativas y universidades no tendrían algunos de los rasgos que hoy reconocemos.