A pesar de que la Iglesia católica preserva algunas doctrinas que la distinguen de otras iglesias cristianas, su característica más señalada es la amplitud y universalidad de su tradición doctrinal. La Iglesia católica fija sus orígenes en las iniciales comunidades cristianas y no reconoce ninguna separación decisiva en su historia, con lo que se juzga heredera de todo el legado teológico apostólico, patrístico, medieval y moderno. A pesar de que pueda parecer que esta universalidad doctrinal carece de coherencia interna, ayuda a legitimar el término ‘católico’ (universal) que la Iglesia se atribuye incluso en cuestiones de doctrina. Inicialmente la Iglesia no excluye ningún enfoque teológico y desde la encíclica Divino afflante spiritu (1943) de Pío XII ha admitido de manera oficial los métodos modernos de exégesis en la representación de la Biblia. Su cooperación en el movimiento ecuménico desde el Concilio Vaticano II ha provocado que muchos católicos aprecien el punto de vista doctrinal incluso de los protestantes, que rompieron con la Iglesia en el siglo XVI.
La Biblia
Como las otras iglesias cristianas, la católica tiene en la Biblia el pilar de sus instrucciones. Este punto jamás ha sido cuestionado y grandes teólogos como santo Tomás de Aquino sustentan que ‘sólo las Escrituras’ son la fuente de la teología. Pero incluso desde este punto de vista muchos teólogos mantuvieron que algunas verdades o ritos (como el bautismo de los niños), aunque no se describen en las Escrituras, son válidos por su tradición dentro de la Iglesia. Acordaron además que las decisiones de la Iglesia, en especial las que toman los concilios ecuménicos, son representaciones legítimas de la doctrina cristiana y, por consiguiente, vinculantes para toda la Iglesia de Cristo.
La tradición
Como reacción a la insistencia protestante durante la Reforma sobre el principio de las Escrituras como única fuente, el Concilio de Trento aseguró en su cuarta sesión que la verdad cristiana se encuentra en los ‘libros escritos’ y en las ‘tradiciones no escritas’. A pesar de que en esta determinación se conversa especialmente y casi en única de la Biblia, la inserción de la expresión ‘tradiciones no escritas’ se encarnó hasta hace poco tiempo como la existencia de ‘dos fuentes’ para iluminar la doctrina. Hoy se debate sobre su sentido, sin embargo su relevancia ha sido reducida al haberse acudido a una conformidad entre los eruditos católicos y protestantes: se acepta que los libros del Nuevo Testamento son por sí mismos fruto de varias tradiciones o escuelas de la Iglesia primitiva.
La sucesión apostólica
En relación con el concepto teológico de tradición se encuentra la doctrina referente a la sucesión apostólica, esto es, la transmisión sin interrupción de la función religiosa desde los tiempos de Jesús hasta la actualidad. La doctrina se encuentra ya en las Epístolas a los corintios, sin embargo es atribuida, conforme la tradición, al papa Clemente I. Existe igualmente en una versión revisada dentro de algunas confesiones protestantes, sin embargo se sustenta con mayor intensidad dentro de la Iglesia católica. Se la considera como la fuente de la sucesión de los obispos en su ejercicio, y de su autoridad y liderazgo. El ejemplo más evidente es que el papa es el sucesor de san Pedro, elegido por Jesús como la máxima autoridad de su Iglesia (Mt. 16,16-18). Por tanto, el catolicismo le otorga la misma autoridad y los mismos dones espirituales en la Iglesia de hoy que en las iniciales comunidades apostólicas.
Implícita en estas convicciones está la idea de que la Iglesia tiene el derecho y el deber de enseñar la doctrina y la moral cristianas de manera permitida. La corrección de estas instrucciones viene asegurada por la presencia continuada del Espíritu Santo en el seno de la Iglesia. A efectos prácticos, la teología católica atribuye esta autoridad a los obispos, al papa y a los concilios ecuménicos. En determinadas condiciones, sus instrucciones se juzgan infalibles; la autoridad de la Iglesia en sus instrucciones se denomina de modo global como magisterio de la Iglesia desde el siglo XIX.
La Iglesia
Dado el énfasis que la doctrina católica pone en la presencia del Espíritu Santo en la Iglesia, la teología católica se ha dedicado más a los estudios eclesiásticos que la teología de otros credos cristianos. Para rectificar una concepción demasiado jurídica de la Iglesia, el Concilio Vaticano II determinó misterio a esta presencia y favoreció expresiones como ‘pueblo de Dios’ para detallarlo. Una creencia fundamental de la Iglesia católica a lo largo de todos los tiempos es que el amor y la gracia divina sólo pueden ser transmitidos al mundo a través de la Iglesia.
Los santos
La Iglesia católica favorece la veneración de los santos y de la Virgen María con más entusiasmo que otras iglesias occidentales. En 1854, el papa Pío IX proclamó la doctrina de la Inmaculada Concepción de María y en 1950 el papa Pío XII proclamó su Asunción. Debido a las críticas que recibe la Iglesia católica por dejar que la veneración a los santos oscurezca la adoración debida a Dios, la Iglesia ha procurado limitarla reduciendo el número de santos con días indicados en la liturgia. Los católicos igualmente consideran que pueden auxiliar a través de sus rezos y sus buenas acciones a quienes han muerto sin haber sido purificados de sus pecados. Esta convicción está muy conectada con las doctrinas del purgatorio y de la indulgencia.