La limpieza que se realiza en el interior de la casa puede generar graves consecuencias fuera de ella. Pero, ¿cómo es posible? La mayoría de los productos usados para higiene doméstica son responsables de contaminar ríos, lagos y mares, salvo aquellos biodegradables que no se acumulan en la naturaleza.
Todo comienza cuando se abre el grifo en el fregadero y comenzamos a lavar los platos. Toda aquella espuma característica de detergentes puede resultar atractiva en aquel momento pero se vuelve espeluznante cuando es depositada en ríos. Como ejemplo existen varios ríos afectados cuyos rasgos más visibles son sus densas espumas oscuras. Esos colores de los ríos son procedentes de los desechos de materiales orgánicos y de los detergentes.
Pero, ¿cuál es la explicación científica para esta acumulación en la naturaleza? Los residuos de jabón sufren descomposición por la acción de microorganismos existentes en el agua de los ríos, siendo así se vuelven biodegradables, es decir, no contaminan el medio ambiente. Los detergentes a su vez se acumulan en los ríos formando una capa de espuma.
En el agua hay microorganismos productores de enzimas capaces de romper las moléculas de cadena carbónica lineal que caracterizan los jabones. Esas enzimas no reconocen las cadenas ramificadas presentes en los detergentes, y por eso ellos permanecen en el agua sin sufrir descomposición, lo que provoca la contaminación.
Las espumas de contaminación impiden la entrada de gas oxígeno en el agua, lo que afecta a las formas aeróbicas acuáticas. Además de eso, las plumas de las aves cuyo hábitat natural es en los bordes del río, pasan por una triste consecuencia: en contacto con los detergentes ellas pierden la secreción oleosa que las impermeabiliza impidiéndolas mojarse, si las plumas se mojan al entrar en contacto con el agua, las aves tienden a hundirse y consecuentemente morir ahogadas.
