Porque el niño no es un adulto en miniatura, es esencial estar familiarizado con los distintos pasos que caracterizan su desarrollo con el fin de satisfacer sus necesidades de la mejor manera posible.
A lo largo de este artículo nos centraremos en el periodo comprendido entre 6 y 11 años o de inferior edad, habitualmente designado como periodo escolar primario por el hecho de la escuela constituir una experiencia central en esta fase de la vida.
Durante este período, el niño sufre transformaciones importantes en términos físicos, cognitivos y psicosociales. Aunque la familia continua teniendo un gran impacto en su personalidad, el grupo de pares se hace más influyente que anteriormente.
En términos físicos, aunque el crecimiento se ha ralentizado, hay un desarrollo significativo de fuerza, energía, fuerza y eficiencia de la psicomotricidad, necesarios para participar en juegos organizados y deportes. La mayoría de los niños, a pesar de que las enfermedades respiratorias son todavía comunes, cuenta con una salud, en general, mejor que en cualquier otra etapa de la vida.
En términos cognitivos, el niño entra en el estadio que Piaget ha designado de las operaciones específicas. Llegan a ser menos egocéntricos y son capaces de pensar lógicamente, teniendo en cuenta varios aspectos de una situación y no sólo uno solo. El hecho de comprender mejor el punto de vista de los demás ayuda a comunicarse más eficazmente. Cabe, sin embargo, que el niño es todavía limitado a pensar en situaciones muy concretas, puesto que sólo el razonamiento abstracto se desarrolla en la adolescencia. En esta etapa, el enfoque de ‘manos a la obra’ es altamente recomendado, puesto que la actividad es esencial para el aprendizaje.
El desarrollo personal y emocional de los niños en el período escolar se caracteriza por centrarse en el exterior. El área de desarrollo queda desplazada hacia el aula escolar, el vecindario y el grupo. Estos contextos se vuelven los principales agentes de socialización.
La memoria y el lenguaje evolucionan también en este periodo. El niño consigue concentrarse más tiempo y excluir información irrelevante. Como ya comprende e interpreta la comunicación oral y escrita, es ahora capaz de hacerse comprender mejor.
La adaptación del niño a la escuela y su capacidad para aplicarse depende no solamente de sus capacidades cognitivas, sino también de su temperamento, de sus actitudes y de sus emociones. Los padres también tienen un papel importante en el recorrido escolar de los hijos. Siempre que se les comunique que el aprendizaje es valioso, que la maestría trae satisfacción y que el esfuerzo es más importante que la capacidad, se contribuyen para que ellos se vuelvan más motivados para la debida ejecución. No es necesario que los padres se comporten como profesores de los hijos para que estos tengan una buena realización escolar. Si muestran interés por lo que pasa en la escuela, hablando de lo que allí pasa, se establecen horas para las comidas, horas para tumbarse y para estudiar y se proporciona un espacio donde el niño pueda estudiar y guardar sus materiales, ya estarán teniendo un papel muy importante y activo para potenciar el éxito escolar.
Por todo lo que se ha dicho aquí, se puede concluir que esta fase está marcada por importantes avances en varias áreas. Por esta razón es importante que el trabajo conjunto de padres y maestros se concilie con el fin de aprovechar al máximo todo el potencial del niño.