El agua ocupa aproximadamente el 71% de la superficie de la tierra. Sin embargo, el 97% de este recurso disponible en el planeta está en los océanos, es decir, es salobre y no apto para el consumo humano. Estas aguas tienen una gran cantidad de cloruro de sodio, también conocido como sal. Otros minerales que se encuentran son el cloruro de magnesio, el sulfato de magnesio y el sulfato de calcio.
La salinidad del agua del mar varía de un lugar a otro debido a los aspectos climáticos, especialmente la temperatura, que influye en la evaporación. La cantidad media de sal es de un 35% (35 g de sal por cada litro de agua). Algunos mares se encuentran por debajo de los valores promedio, por ejemplo, el Báltico, con el 0,02% de la salinidad. Por otro lado, el Mar Muerto tiene un 250% de salinidad.
Disponible en abundancia, los océanos, más que nunca, son de gran importancia para la humanidad. Debido al aumento del consumo y la escasez de agua potable en varias partes del mundo, se hizo necesario poder convertir agua salada en agua dulce, este proceso se conoce como la desalinización del agua.
La desalinización es un proceso físico-químico para eliminar los minerales del agua, por lo que es apta para el consumo humano. La inversión es alta en la estructura, pero los resultados son satisfactorios. En países como Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos, Chipre e Israel, la desalinización del agua es común. Se estima que en la actualidad hay alrededor de 5.000 plantas de desalinización en funcionamiento.
Este proceso puede ser desarrollado a través de varios métodos. Sin embargo, los más comunes son:
Osmosis inversa: Esta es la transformación de una sustancia salada a una purificada. Este proceso consiste en la separación del agua y la sal a través de la presión sobre el líquido.
Desalinización térmica: La separación de la sal y el agua se produce a través de la evaporación y posterior condensación (paso de gas a líquido) de la sustancia.