Al hablar sobre el legado de los griegos al mundo contemporáneo, observamos que muchos textos ponen de relieve cómo las experiencias políticas en Atenas fueron la base para la construcción del régimen democrático. La lucha por el fin de los privilegios aristocráticos y la consolidación de una sociedad con derechos más amplios habrían sido los pilares de esta nueva forma de gobierno. Sin embargo, no podemos decir que la idea de democracia entre los griegos es la misma comparada con la del mundo contemporáneo.
Actualmente, cuando definimos la democracia, entendemos que este sería el gobierno (cracia, del griego kratos) del pueblo (demo, del griego demos). Cuando decimos que el gobierno pertenece al pueblo, comprendemos que la mayoría de la población tiene derecho a participación en el escenario político de su tiempo. De hecho, en las democracias actuales, los gobiernos intentan ampliar el derecho al voto al minimizar todas las restricciones que puedan impedir la participación política de los ciudadanos.
Tomando como referencia el ámbito actual, percibimos que muchas democracias permiten que una parte de los menores de edad vote y que las personas mayores de 70 años continúen ejerciendo su derecho de ciudadanos. Además, la constitución no contempla obstáculo de orden religioso, económico, político o étnico para aquellos que deseen escoger a sus representantes políticas. Incluso las personas analfabetas, que décadas atrás eran equivocadamente vistas como incapacitadas, hoy pueden dirigir su voto en las urnas.
Para los griegos, la noción de democracia era muy diferente de lo que hoy vivimos y que creemos que es universal. La condición de ciudadanía fue establecida por supuestos que excluía a la mayoría de la población. Esclavos, mujeres, extranjeros y personas menores de dieciocho años no serían capaces de participar en los aspectos políticos de su tiempo. Esa opción no incluía ningún tipo de interés político, sino más bien señaló un comportamiento de la propia cultura ateniense.
En el diseño de esta antigua sociedad, aquellos que no compartían las mismas costumbres de Atenas no podían tener el conocimiento necesario para escoger lo mejor para la polis. Además, observar cómo los atenienses veían a la mujer basada en una idea de inferioridad natural. Por último, los esclavos fueron también políticamente marginados por no tener la preparación intelectual necesaria para el ejercicio de la política.
Así que no podemos decir que la democracia ateniense fuera cercada por una extraña contradicción. Por el contrario, nos damos cuenta de que las instituciones políticas de esta cultura reflejaban claramente varios valores que eran previos al nacimiento de la democracia griega. También tomamos en cuenta que nuestro ideal democrático está influenciado por las discusiones políticas de los intelectuales que defendieron los ideales del movimiento de la Ilustración en el siglo XVIII.
La distancia entre la democracia griega y la actual solamente corrobora cómo la materia política evoluciona con los cambios históricos. Con el paso del tiempo, los hombres elaboraron nuevas posibilidades y, en muchas ocasiones, echando la mirada hacia el pasado, hacen con que la vida de sus próximos sea transformada por el intempestivo movimiento de ideas que hace nuestra especie marcada por el signo de diversidad.
