La deforestación es un resultado directo del conjunto de las actividades humanas desarrolladas a lo largo de décadas. Ese proceso ocurre impulsado esencialmente por la producción industrial, además del crecimiento poblacional, factores que ocurren en nivel global.
La expansión de estos factores pone en peligro especialmente a los bosques. Para tener una ideal del tamaño del impacto provocado por las actividades, sobre todo económicas, solamente en los últimos 300 años el hombre ya arrasó por lo menos con el 50% de todos los bosques de toda la Tierra.
Una actividad que afecta directamente a la conservación de los bosques es la extracción vegetal, es decir, la explotación forestal. En varios países, como Brasil, Canadá e Indonesia este campo de actividad ejerce una importancia económica importante para estos territorios que extraen madera de bosques ecuatoriales y templados.
Cada vez aumenta más el proceso de devastación de la cobertura vegetal en distintos puntos del planeta. Eso ocurre por factores como expansión de áreas cultivables, pastos, zonas urbanas, minería, entre otros.
Solamente en el continente asiático, aproximadamente el 60% de la zona vegetal original ya desapareció, pues la tala practica la extracción de las mismas.
La deforestación promueve una serie de consecuencias para el medio ambiente, como la pérdida de la biodiversidad, la degradación del suelo, la erosión, el cambio climático y socava el buen funcionamiento de las lluvias, los vientos, además de perjudicar los recursos hídricos.