Los autores discuten entre ellos sobre cuál sería la mejor para definir y clasificar el ateísmo, contestando a cuales entidades sobrenaturales se aplica el término, si es una afirmación por derecho propio o si es meramente la ausencia de una, y si se requiere de un rechazo consciente, explícito. Una variedad de categorías han sido propuestas para intentar discernir las diferentes formas de ateísmo.
Alcance
Parte de la ambigüedad y controversia implicada en la definición del ateísmo resulta de la dificultad de llegar a un consenso sobre la definición de palabras como divinidad y Dios. La pluralidad de concepciones muy diferentes de dios y de divinidades conduce a ideas conflictivas sobre la aplicabilidad del ateísmo. Los antiguos romanos acusaban a los cristianos de no creer en dioses por no adorar a sus dioses paganos. Poco a poco, esa visión cayó en desuso, pues el teísmo pasó a ser entendido como creencia en cualquier divinidad, independientemente de su cultura.
En cuanto a la variedad de fenómenos siendo rechazados, el ateísmo puede contraponerse a cualquier concepción de espiritualidad o existencia de lo divino, sobrenatural o transcendental, tales como el budismo, hinduismo, jainismo y taoísmo.
Implícito versus explícito
Las definiciones del ateísmo también varían en cuanto al grado de consideración que una persona debe dar a la idea de dios (o dioses) para ser considerado ateo. El ateísmo ha sido a veces definido simplemente como la ausencia de creencia en la existencia de cualquier divinidad. Esa definición amplia incluiría a los recién nacidos y otras personas que no hubieran sido expuestas a las influencias socioculturales e ideas teístas.
Ya en 1772, el barón d’Holbach afirma que: ‘Todos los niños nacen ateos, ellos no tienen idea de Dios’. Del mismo modo, el escritor norteamericano George H. Smith sugirió en 1979 que: ‘El hombre que no está familiarizado con el teísmo es ateo porque no cree en un dios’. Esa categoría también incluiría al niño con la capacidad conceptual de comprender las cuestiones implicadas, pero que todavía no adquirió conocimiento de esos asuntos. El hecho de que el niño no crea en Dios lo califica como ateo. Smith acuñó el término ateísmo implícito para referirse a la ausencia de creencia teísta sin un rechazo consciente de ella, y el término ateísmo explícito para señalar la definición más común de no creencia consciente. Ernest Nagel contradice la definición de Smith sobre el ateísmo con una mera ausencia del teísmo, reconociendo apenas el ateísmo explícito como ateísmo verdadero.
Positivo versus negativo
Filósofos como Antony Flew y Michael Martin han contrastado el ateísmo positivo (fuerte/duro) con el ateísmo negativo (débil/suave). El ateísmo positivo es la afirmación explícita de que los dioses o dios no existen. El ateísmo negativo incluye todas las otras formas de no-teísmo. Según esta clasificación, quien no es un teísta es un ateo negativo o positivo. Los términos ateísmo fuerte y ateísmo débil son relativamente recientes, mientras que ateísmo negativo y positivo son de origen más antiguo, habiendo sido utilizados (de manera ligeramente diferente) en la literatura filosófica y en la apologética católica. Bajo esta demarcación del ateísmo, la mayoría de los agnósticos pueden ser calificados como ateos negativos.
Como se mencionó anteriormente, los términos positivos y negativos han utilizado en la literatura filosófica de una manera similar a los términos fuertes y débiles, respectivamente. Sin embargo, el libro Ateísmo Positivo por el escritor indio Goparaju Ramachandra Rao, publicado por primera vez en 1972, introdujo el uso alternativo del término. Habiendo crecido en un sistema jerárquico con una base religiosa, Gora pidió una India secular y sugirió directrices para una filosofía ateísta positiva, es decir, una que promueva los valores positivos. El ateísmo positivo, definido de esta forma, implica nociones como moralmente recto, mostrando un entendimiento de que las personas religiosas tienen razones para creer, sin proselitismo o dando lecciones sobre ateísmo y defendiéndose con honestidad y no con el propósito de ganar confrontaciones contra los críticos sinceros.
Mientras que Martin, por ejemplo, afirma que el agnosticismo conlleva el ateísmo negativo, la mayoría de los agnósticos contemplan su punto de vista como distinto del ateísmo, el cual pueden considerar tan poco justificado como el teísmo o como requiriendo igual convicción. La afirmación de la intangibilidad del conocimiento a favor o en contra de la existencia de dioses y a veces vista como indicación de que el ateísmo requiere fe. Las respuestas comunes de la comunidad atea contra el argumento incluyen que proposiciones religiosas no comprobadas merecen tanta falta de creencia como todas las otras proposiciones no comprobadas, y que la improbabilidad de la existencia de un dios no implica igual probabilidad para ambas posibilidades. El filósofo escocés J. J. C. Smart argumenta que ‘a veces una persona que es realmente atea puede describirse, incluso apasionadamente, como agnóstica, debido al irrazonable escepticismo filosófico generalizado que nos impediría decir que sabemos alguna cosa cualquiera, excepto, tal vez, las verdades de la matemática de la lógica formal’. Por consiguiente, algunos autores ateos como Richard Dawkins prefieren distinguir las posiciones teísta, agnóstica y atea según la probabilidad que cada una de ellas atribuya a la afirmación ‘Dios existe’.
Definición como imposible o impermanente
Antes del siglo XVIII, la existencia de Dios era tan universalmente aceptada en el mundo occidental, que ni siquiera la posibilidad del ateísmo verdadero era cuestionada. Eso es llamado de innatismo teísta, la noción de que todos creen en Dios desde el nacimiento; dentro de esta visión estaba la connotación de que los ateos se encuentran simplemente en negación.
También hay una posición que afirma que los ateos son rápidos en creer en Dios en tiempos de crisis, que los ateos forman conversiones en el lecho de muerte o de que ‘no existen ateos en las trincheras’. Algunos defensores de esa posición afirman que uno de los beneficios de la religión es que la fe religiosa permite a los seres humanos soportar mejor las dificultades, funcionando como el ‘opio del pueblo’. Sin embargo, ha habido ejemplos de lo contrario, incluyendo casos literales de ‘ateos en las trincheras’.
Algunos ateos cuestionan la necesidad de utilizar el término ateísmo. En su libro Carta a Una Nación Cristiana, Sam Harris señala que:
‘En realidad, el ateísmo es un término que no debería existir. Nadie necesita identificarse como un no-astrólogo o un no-alquimista. No tenemos palabras para personas que dudan de que Elvis todavía siga vivo o que extranjeros hayan atravesado la galaxia solo para molestar a ganaderos y su ganado. El ateísmo es nada más que ruidos que personas razonables hacen en la presencia de creencias religiosas injustificadas’.