Son muchas y variadas las enfermedades que requieren de cuidado especial con la alimentación, bajo la consecuencia de no causar daños graves e irreparables.
La Diabetes tipo 1 (insulino dependiente) es una de esas enfermedades. En la diabetes, el páncreas es incapaz de producir una sustancia, insulina, esencial para la asimilación de la glucosa por las células. Así que, si no hay ninguna insulina, la glucosa no se asimila y sus niveles descienden en las células y aumentan en la sangre. La bajada de azúcar en las células produce hambre y los niveles elevados en la sangre obligan a que el organismo la expulse por la orina, disminuyendo de ese modo los niveles de agua en el plasma sanguíneo.
Una persona diabética depende de la administración de insulina inyectable para que sus células reciban la glucosa que requieren en el organismo.
El cuidado de esta enfermedad se basa principalmente en el control de la diabetes, es decir, los niveles de glucemia siempre deben estar dentro de los valores normales. Para el mantenimiento de la glucemia – nivel de azúcar en sangre – es fundamental que el consumo alimentario, la administración de insulina y el gasto energético estén correctamente ajustados. Los tiempos de acción de estos tres factores deben estar combinados de modo que en cada momento esté presente lo que es necesario; que haya insulina disponible en la sangre cuando hay glucosa para ser asimilada; que haya glucosa disponible en el as células cuando hay actividades a realizar, en función de las diferentes necesidades energéticas – por ejemplo, leer consume menos energía que jugar al baloncesto.
Es en la perfecta articulación entre la insulina, la alimentación y el ejercicio físico reside el secreto de vivir bien y sin limitaciones por parte de la persona diabética. Para que se establezca esa articulación es necesario conocer, lo mejor posible, el día a día del diabético de forma a adecuar los horarios y enseñarle que cualquier alteración de los aspectos implica la alteración de los otros dos.
El diabético de niño/joven que asiste a la escuela puede hacer una vida normal, sin tener que abstenerse de cualquier actividad escolar. Sin embargo, es necesario que antes del comienzo de cada año académico se conozca su horario para que, junto al especialista responsable – médico o nutricionista – se haga el correcto planeamiento de las dosis de insulina y de las comidas, en función de los horarios y de las actividades de mayor exigencia física. Es también fundamental que los profesores y otros responsables de la escuela tengan conocimiento de la enfermedad del alumno y sean informados de los principales cuidados a tener para que se pueda prevenir y/o intervenir adecuadamente en situaciones que por cualquier razón causen cierto desequilibrio.
El especial cuidado que se presentan para el diabético de niños y jóvenes no son más que los cuidados que debe tener cada niño, joven o adulto, aunque las consecuencias pueden ser más graves debido a la especificidad de su enfermedad.
Es importante que al joven diabético le sea dada la posibilidad de:
- Comer en el momento oportuno.
- No saltarse las comidas diarias.
- Comer antes y después de las actividades físicas más intensas (por ejemplo, las clases de Educación Física).
- Tener siempre fruta para comer de postre.
- Administrar insulina en un horario establecido.
El conocimiento de los problemas específicos y las necesidades específicas de un paciente diabético, por parte de aquellos que tratan directamente con él (profesores, compañeros…), es el requisito indispensable para que su vida se lleve a cabo con normalidad.