Al final del 2010, una ola de protestas populares en Túnez contra la falta de democracia y las altas tasas de desempleo durante el gobierno dictatorial de Zine El Abidine Ben Ali ha llevado a otros países árabes a luchar también por los cambios. Egipto, por ejemplo, comenzó en enero 2011 una revolución política que terminó con la dimisión del presidente Hosni Mubarak, que había estado en el poder en 1981 y promovió a lo largo de los años un régimen que no proporcionó libertad política para sus ciudadanos.
Entre los líderes de la revolución en Egipto, destacaron principalmente tres grandes organizaciones: el movimiento del 6 de abril, los hermanos musulmanes y la plataforma política liderada por el ganador del Nobel de la Paz Mohamed Elbaradei. Estos grupos unieron sus fuerzas con los jóvenes egipcios en la lucha contra la represión, la crisis económica, el desempleo y la corrupción política en el país.
La plaza Tahrir de la capital el Cairo, fue el punto de encuentro de la oposición al gobierno de Mubarak que intentó a través de la fuerza estatal censurar las manifestaciones. Uno de los mecanismos de censura practicados por el dictador fue la interrupción de los servicios de internet que afectó directamente a la población, los medios de comunicación, bancos y comercio. Se utilizó esta estrategia para debilitar el movimiento popular que utilizaron las redes sociales para difundir las protestas.
El gobierno trató de resolver el movimiento popular nombrando nuevos ministros del interior y de finanzas. Sin embargo, las protestas continuaron recluidas, exigiendo la salida del presidente, ya que eso representaría la victoria de los revolucionarios y la apertura para la construcción de un país más democrático y más justo para las personas.
Al ver la dificultad para continuar gobernando el Egipto, el entonces presidente, Hosni Mubarak, decidió dimitir en febrero de 2011. Con este fin, el 29 de enero de 2011, se nombró a la vicepresidencia al político Omar Suleiman, quien, junto a la Comisión constitucional y el Consejo superior militar, tendría la tarea de llevar a cabo nuevas elecciones. Un miembro de alto rango de la Hermandad Musulmana también fue nombrado para participar en el gobierno provisional en la búsqueda de un régimen democrático en el país.
La revolución en Egipto demostró el descontento popular contra un régimen muy autoritario que no garantizaba los derechos de los ciudadanos. Por lo tanto, la caída del dictador Mubarak era inevitable en esta ola de revoluciones en los países árabes que seguirían luchando por un gobierno ideal para sus sociedades, pues el próximo gobierno tendrá el desafío de introducir algo prácticamente inédito en Egipto, la democracia.