La isla de Creta, situada en la parte sur del mar Egeo, fue una de las más ricas antiguas sociedades en desarrollarse en la parte oriental del mar Mediterráneo. A pesar de la escasa información sobre sus antecedentes, hoy sabemos de algunas de las características de esta civilización que fueron conservadas en el proceso de elaboración de la cultura griega. La leyenda del Minotauro, por ejemplo, tiene su historia en Cnosos, una de las ciudades más importantes de esta civilización.
Pocas informaciones dan cuenta acerca de cuáles fueron los que ocuparon esta área. Sin embargo, varios indicios sugieren que las poblaciones mediterráneas han sido responsables por el establecimiento de la región. Se estima que las primeras aldeas de Creta han aparecido entre los años 3000 y 2000 a.C. Sus primeros habitantes probablemente se valieron de la agricultura y de la exportación de utensilios de metal para los varios comerciantes del Mar Egeo.
La isla estaba llena de llanuras fértiles permitiendo el desarrollo agrícola, donde se destaca el cultivo de viñedos, olivos y otros cereales. Además, el contacto con las poblaciones vecinas abrió campo para el dominio de varias técnicas que permitieron la creación de una rica y variada artesanía. En poco tiempo, el trabajo elaborado con cerámica y bronce articuló un intenso comercio marítimo que unía Creta a otros pueblos del mar Mediterráneo.
Según algunas investigaciones, los cretenses fueron presuntamente responsables de la aparición del primer gran imperio marítimo de la antigüedad. Las embarcaciones construidas por este pueblo contaron con hasta veinte metros de longitud y fueron producidas a partir de la propia madera disponible en la isla. A lo largo de su historia, los comerciantes cretenses monopolizaban las actividades de comercio en el mar Egeo y ofrecieron cedro, aceite de oliva, vino y artículos de metal para varios pueblos antiguos.
Hay muchos desacuerdos acerca de cómo la civilización cretense organizó sus instituciones políticas. Aunque no es posible decir que vivieron bajo el mando de una monarquía centralizada, varios documentos atestiguan que había el control de la élite comercial y otras figuras políticas locales en Creta. El más conocido indicio de experiencia monárquica está asociado al rey Minos, legendario gobernante que aparece en varios relatos de la mitología de ese pueblo.
En el aspecto social, los cretenses se diferenciaron por la única apreciación de la forma femenina. La reflexión principal de ese valor se encuentra expresada en la religión, donde la gran madre era la más importante deidad cretense. Esta diosa fue reconocida como representante de la fertilidad y protectora de las tierras. En Creta, no había ningún edificio o templo dedicado a actividades religiosas. La mayoría de las manifestaciones se celebraron al aire libre con la organización de bailes y torneos.
Alrededor del siglo XV a.C., los aqueos, pueblo de la región norte de la Península Balcánica, realizaron la invasión de Creta. A partir de ese momento, la fusión entre las culturas aquea y cretense promovió la formación de la civilización micénica. La elaboración de ese nuevo cuadro social, político y económico acabó extendiéndose hasta el siglo XII a.C., cuando eolios, jonios y dorios, todos estos de origen indoeuropeo, realizaron la invasión en la península balcánica.
El proceso de ocupación de los dorios, marcado por su velocidad y violencia, promovió una profunda desarticulación de los trazos que marcaron la civilización micénica. Los conflictos que se fomentaron gracias a la acción de los dorios instaron a diversos grupos distribuidos por la península balcánica a buscar otras islas del mar Egeo y el litoral de Asia Menor. Además, el desarrollo del comercio y la intensa actividad cultural sufrieron un visible retroceso.