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Creencia funeraria de los egipcios

Creencia funeraria egipciosLos antiguos egipcios hicieron varias teorías acerca de los elementos que formaron el ser humano.

Uno de estos elementos era el Ba, una palabra que se puede traducir por sublime, poderoso y cuya idea es similar a nuestro concepto de alma. En papiros y monumentos, el Ka viene representado por un halcón con cabeza humana, como en varias escenas del Libro de los Muertos.

El arqueólogo E. A. Wallis Budge explica que el Ba podía salir de la tumba y ascender al cielo, donde se creía que disfrutaría de una existencia eterna en un estado de gloria. Conforme a ciertos textos, el Ka era capaz de reanimar el cuerpo y mantener una conversación con él.

Otro elemento era el Ka, unida al cuerpo de alguna manera, que se define por el autor como una individualidad o personalidad abstracta, dotada de todos los atributos característicos y que poseía existencia independiente. Tenía libertad para moverse de un lugar para otro de la Tierra a su voluntad y podía entrar en el cielo y conversar con los dioses.

Las ofrendas realizadas en las tumbas en todos los periodos pretendían alimentar el Ka, que era capaz, según supone, de comer, beber y apreciar el olor del incienso.

En la época en que se construyeron las pirámides, se creía que el difunto, en cierto sentido, podría ser purificado, sentarse y comer pan con él sin cesar y para siempre. Como se puede apreciar, en cierto sentido el Ka corresponde al Yo del individuo.

Nace con la persona y forma parte integral de su ser, pero sin embargo se ve en algunos aspectos, como distinto de él. Fue por ese motivo que los egipcios proveían todo el equipamiento funerario, la comida, la bebida y la propia tumba era conocida como el hogar del Ka.

Un tercer elemento es el espíritu o la inteligencia espiritual, llamado Khu y entendido como un cuerpo brillante e intangible. Las funciones de este elemento no están muy claras, pero él también podía ir al cielo a vivir con los dioses. Para evitar quedarse atrapado en la tumba, se recitaban fórmulas especiales.

Por último, Kat era la palabra que llamaba al cuerpo físico y este término indica que cierto elemento tiene decadencia como componente que le es inherente. Era el Kat lo que se enterraba en la tumba tras la momificación, y el objetivo de los amuletos, ceremonias mágicas, oraciones y fórmulas, desde los primeros hasta los últimos tiempos era preservarlo de toda destrucción. El propio dios Osiris poseía un cuerpo en esas condiciones y sus varios miembros eran preservados como reliquias en diversos santuarios egipcios.

Sin embargo, los egipcios reconocían que aunque la momificación pretendía la preservación intacta, las técnicas eran insuficientes para alcanzar esos efectos deseados. Una forma de evitar la degeneración en la otra vida era apelar a la magia. En el culto de los muertos, se creía que un modelo podría servir de sustituto de cualquier cosa que fuese en la práctica difícil de cumplir como objeto real. De manera similar, una estatua o una figura tallada en relieve fue considerado como un sustituto eficaz para el cuerpo humano en el caso de su destrucción.

Por esta razón, y teniendo en cuenta que la momia podría ser destruida, se colocaba en la tumba una o varias imagenes del difunto. Si el cuerpo se deterioraba, el Ka podría penetrar en una de esas figuras las cuales, para mayor garantía, eran confeccionadas en material duro como madera, granito o piedra caliza.

El uso creciente de la estatuaria en piedra en lugar de madera, aumentaba aún más la garantía de que el Ka siempre encontraría una manera de perpetuar al difunto.

Otro truco mágico, utilizado durante la IV y V dinastía, fue la representación en piedra de la cabeza del fallecido, que fue colocada en la cámara funeraria. Se supone que estaban destinadas a servir como sustituto de la cabeza si acaso la cabeza del propio difunto fuese destruida. Eran verdaderos retratos de los muertos.

Para eliminar cualquier riesgo de que el espíritu de los muertos no reconociera su estatua, las tumbas solían venir acompañadas del nombre y los títulos inscritos en los jeroglíficos.

Del mismo modo, en las escenas talladas en relieve, breves inscripciones explicativas se insertan como una especie de comentario, a menudo dando los nombres de las personas representadas y, a veces, describiendo las acciones que realizan. Tales personas son por lo general los familiares de los fallecidos.

A pesar de toda la representación pictórica, un suministro regular de provisiones frescas siempre se ha considerado esencial para el bienestar de los muertos. A pesar de que no tuvieran la intención de dispensar el suministro regular de provisiones frescas, la estela, a través del poder mágico de sus palabras escritas, proveía al muerto un valioso método de garantía contra la desnutrición.

Otro elemento de protección a la espiritualidad de los muertos era grabar, en los sarcófagos y paredes, escenas e inscripciones que eran adaptaciones del mito sobre la muerte de Osiris y encantamientos de protección de su peligrosa jornada por el inframundo.

La etapa final del paso a la otra vida fue el juicio de los difuntos por Osiris, dios del inframundo, en un ritual conocido como el Juicio de Osiris consistente en medir el corazón. Si la persona ha llevado una buena vida, serían juzgados dignos de la vida eterna. Muchos de los hechizos pretendían garantizar un juicio favorable.

Para los antiguos egipcios la eliminación del nombre de un hombre que correspondía a su propia destrucción. Por otro lado, si el fallecido conocía los nombres de los seres divinos, ya sean amigos o enemigos, y sabía pronunciarlos sin dilación, tendría poder sobre ellos y sería capaz de obligarlos a hacer su voluntad.

Un ritual egipcio que jugó un papel importante en todos los tiempos fue la purificación del agua. En Helipolis, por ejemplo, el templo de Ra, el faraón fue a parar al lago sagrado ceremonial, antes de entrar en el edificio.

Del mismo modo, antes de que su cadáver pudiera entrar en los recintos sagrados de su tumba, era preciso ser purificado mediante un lavado. Se creía que a través de esta purificación el rey muerto se regeneraba, pues existía la convicción de que el dios Sol renace cada mañana para lavar en un lago, antes de emprender su viaje a través del cielo.

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