Napoleón Bonaparte es comúnmente apuntado como figura principal en la consolidación de los logros para ser defendida por revolucionario francés. A pesar de la grandeza de sus obras, no podemos dejar de tener en cuenta el hecho de que él se alineaba al proyecto burgués. Sin embargo, a pesar de su partidismo, consiguió agregar a su alrededor el apoyo de las mayores en el momento en que subyugaba los ejércitos enemigos y reorganizaba el escenario económico francés.
Para alcanzar tantos hechos, tendría que primeramente superar los problemas que afligían a la industria y el comercio, reorganizar el destruido sector de transportes y crear un sistema de servicio público eficiente. Por eso, creó el Banco de Francia, empresa estatal que debería dar condiciones para que la burguesía pudiese emprender negocios y organizar el sistema financiero nacional. Además, creó el franco, nueva moneda que daría lugar al papel moneda asignado (en francés assignat) anteriormente creadas a la revolución.
Durante el Consulado, promovió las transformaciones políticas que concentran amplios poderes en las manos de la rama ejecutiva. En los primeros años del 1800, se creó una nueva Constitución aprobada por el voto de más de 3 millones de franceses. Con eso, el legislativo fue desmembrado en cuatro asambleas distintas que primeramente creaba, después discutía y aprobaba las leyes. Por fin, el Senado tendría el deber de garantizar el debido cumplimento de las nuevas regulaciones.
Ese mismo Senado también tenía la importante tarea de escoger tres cónsules que, durante una década, deberían liderar el poder ejecutivo. A pesar de su aparente división, el consulado contaba con una figura de importancia mayor, el primer cónsul, cargo ejercido por Napoleón, que daba el derecho de nombrar a los ministros, publicar leyes e indicar miembros del funcionalismo público y del poder judicial. De esa forma, percibimos la tendencia hegemónica de Bonaparte en esa nueva configuración.
Decididos a pacificar la situación interna y externa, el Consulado reanudó las relaciones con la iglesia católica, que ahora tuvo total libertad para organizar sus cultos. Sin embargo, las decisiones eclesiásticas y bienes de la iglesia seguían siendo sometidos al interés y la aprobación del nuevo gobierno. Externamente, se firmó, en 1802, la paz de Amiens, interrumpiendo temporalmente los conflictos con otras naciones europeas.
Después de lograr la estabilidad relativa, Napoleón creó el logro político más importante de este período: el Código Civil Napoleónico. A través de este conjunto de leyes, inspiradas en varias directrices de derecho romano, se aseguró el derecho a la propiedad, la igualdad de los ciudadanos ante la ley, la prohibición de las huelgas y los sindicatos. Desde el Código Napoleónico, fueron garantizados intereses fundamentales intereses básicos de la burguesía.
Interesado en la creación de un cuerpo de funcionarios capacitados, Napoleón también tenía la preocupación de reforma enseñanza, aprovechando al Estado en la tarea de proveer educación pública a la población. Se crearon las escuelas e internados responsables de la formación de ciudadanos que posteriormente pudieron ocupar altos cargos en el ejército y el gobierno. Al mismo tiempo, la educación superior también fue alentada por la creación de institutos de política, derecho y técnica naval.
Finalmente, Francia se arrinconó a abandonar las diversas dificultades que amenazaron la realización del proceso revolucionario burgués. Aprovechando esto, Napoleón, quien ya había sido proclamado como cónsul vitalicio, llevó a cabo un nuevo plebiscito por la población. Esta vez, la votación decidirá si el ex general podría tomar la posición del emperador. Prestigiado por la decisión de sus gobernados, Napoleón se corona a sí mismo en la Catedral de Notre Dame, París, con las debidas bendiciones papales.