Los huracanes son fenómenos meteorológicos que se alimentan de calor liberado por el aire húmedo y la condensación de vapor de agua. Pueden alcanzar velocidades superiores a 105 kilómetros por hora causando así una gran destrucción. Pero, ¿cómo se forman los huracanes?
La formación de los huracanes se produce cuando el océano es calentado por el sol durante algún tiempo, causando el calentamiento de la masa de aire que se sitúa en las proximidades de los líquidos aumentando la humedad. La disminución de temperatura es variable, de acuerdo con la elevación de la humedad y del aire caliente. La fuerza del huracán, es decir, su potencia, depende del calor liberado por el vapor de agua, lo que impulsa la formación de una tempestad que gana fuerza de acuerdo con la cantidad de calor en su interior, lo que resulta en un huracán.
Inicialmente, sobre la forma de tempestad reúne energía suministrada por las aguas calientes haciendo que se desechen si acaso entrara en contacto con agua fría, lo que muchas veces sucede cuando una región es alertada sobre el riesgo de un huracán que posteriormente se disipa antes de alcanzar el lugar en alerta.
En el hemisferio sur, los huracanes se mueven en el sentido de las agujas del reloj y en el Hemisferio Norte en sentido anti-horario (hacia la izquierda). Ese hecho sucede porque el movimiento del aire se concentra en direcciones opuestas. Independientemente de su movimiento, sus vientos interiores alcanzan los 300 kilómetros por hora, aunque en el centro del mismo los vientos sean más relajados, pudiendo alcanzar solo los 30 kilómetros por hora.
Los huracanes suelen ser conocidos por diferentes nombres debido a sus peculiaridades, intensidad y daños provocados. Entre los más populares podemos mencionar: Dean (2007), Félix (2007), Katrina (2005), Wilma (2005), Rita (2005), Catherine (2004), Isidoro (2002), Mitch (1998) e Iris (1995).